Mentiras
verdaderas. O mejor, verdaderas mentiras… Fernando Lugo terminó mostrando que
así como en su vida privada imperaron la incoherencia y el engaño, también en
su vida política ambas se enseñorearon y terminaron causando mucho daño. Y
todavía pueden provocar aún más perjuicios para este país.
Cuando
tomó estado público indiscutible el primer escándalo de un hijo del entonces
presidente Fernando Lugo, en plena Semana Santa del 2009, recuerdo que mucha
tinta corrió y muchas cosas se dijeron. Y recuerdo que en medio de un programa
de TV de Humberto Rubín, debido a mi opinión sobre el caso. fuí cuestionado por
la diputada Desirée Masi y por el entonces todavía presentador de TV y aún no
candidato luguista Mario Ferreiro.
Yo
sostenía entonces que, aunque el tema del hijo de Lugo era una cuestión de su
vida privada, tenía dos consecuencias directas en el ámbito del interés
público:
1. Que el desamparo
al que había sometido a esa criatura (luego nos enteramos de otros casos)
constituía una afrenta al derecho a la
niñez y eso era indigno en cualquier ciudadano, y más aún en un Presidente
de la República. Amén de ser pasible de una demanda judicial y hasta de posible
persecución penal si persistiera en dicha conducta. Si no hubiera sido por su
prestigio anterior (hueco y futil, como se demostró luego) o por la
pusilanimidad de sus seguidores/as y colaboradores/as (y especialmente las
“as”) del Gabinete, este hecho habría tenido un repudio fulminante para su figura
política. Pero no fue así.
2. Que la vida privada que se nutre del engaño y
la incoherencia, o asume sin vergüenza una afrenta al derecho de los más
débiles, necesariamente echaba un manto de desconfianza y descreimiento sobre
la conducta pública de esa persona.
Sostenía en ese debate que el voto es el acto de confianza de un ciudadano en
una persona para que lo represente. Por lo tanto, esa desprolijidad (por decir
lo mínimo) en la vida privada, podría, razonablemente analizando, también
generar consecuencias en la conducta pública del mismo. Y con ello afectar a
los intereses públicos.
Recuerdo
que en aquella ocasión, Desirée me dijo que eso era absolutamente impensable y
no aplicable. Sostenía que la vida privada era una cosa y la actuación política
era otra. Ferreiro (el presentador y ahora candidato, no el ilustre abogado)
tras acusarme de todo, se sumaba a esa tesis de la diputada trayendo a colación
que Churchill tenía una vida privada desastrosa y sin embargo fue un gran
estadista. Y que con Hitler sucedía lo contrario: vida privada brillante y
acción política desastrosa.
Bueno.
Paso a exponer los hechos:
1.
El 1 de septiembre del 2008 el entonces
Presidente Fernando Lugo anunció al mundo entero que había un “intento golpista” en contra suya sindicó oficialmente como co-autores de la
misma a varios políticos, y entre ellos, al propio entonces Fiscal General del
Estado, Rubén Candia Amarilla. Logró
apoyo local e internacional, además de causar consternación y preocupación en
el “concierto de las naciones por la amenaza “a la democracia” que suponía
dicho supuesto complot. Hubo declaraciones de Unasur, Mercosur, Parlasur, Unión
Europea, países “bolivarianos” y hasta “imperialistas” para respaldar a Lugo.
El 16 de junio del 2012, el mismo (¿?)
Fernando Lugo nombró ministro del Interior (ministro político y encargado de la
seguridad nacional) al mismo anteriormente acusado de golpista Candia Amarilla.
2.
El 21 de junio del 2012, el entonces
Presidente Fernando Lugo anunció en conferencia de prensa, que se sometería al
juicio político dispuesto por la Cámara de Diputados y ejercería su defensa a
través de sus abogados.
3.
El 22 de junio del 2012, en declaraciones
a medios extranjeros anunciaba que se sometía y acepta el veredicto del juicio político.
4.
Ese mismo 22 de junio del 2012, en el Palacio de
López, ya como presidente destituido, daba su “último mensaje a la ciudadanía” (pueden escuchar el discurso completo)
diciendo: "Aunque esto haya sido
torcido, me someto a la decisión del Congreso y estoy dispuesto a responder por
mis actos como ex mandatario…" “Este ciudadano
respondió y seguirá respondiendo a los compatriotas (...) Hoy me despido como
presidente pero no como ciudadano".
5. El 25 de junio del 2012, en conferencia de prensa en el Partido País
Solidario, rodeado de otros que se autodenominan sus “ministros”, el ex
presidente Fernando Lugo se autodenominó como “presidente de la República” y consideró “ministros” a sus
acompañantes. Dijo (de sí mismo): “El presidente Lugo está solicitando
tener una presencia en Mercosur para explicar pormenorizadamente lo que ocurrió
aquí”… Y además: “Nosotros vemos que Federico Franco, no digo el presidente
Franco, no tiene autoridad política para convocar al presidente Lugo…”
O
sea, ¿a quién creerle? ¿Al Lugo que denuncia un intento golpista en el 2008, o
al que nombra ministro en el 2012? ¿Al Lugo que dice que se “somete” al juicio
político, al Lugo que anuncia que acepta el veredicto y se “despide” como
Presidente el 22 de junio? ¿O al Lugo que 2 días después dice que sigue siendo
Presidente y se dice rodeado de sus “ministros” (algunos de los cuales hasta ya
presentaron renuncia)? ¿Al Lugo que dice públicamente que convoca a
“manifestaciones pacíficas”? ¿O al que sabe que detrás de este maquillaje
discursivo está la aviesa intención de recurrir a medios violentos para
desestabilizar políticamente al gobernante con quien había sido electo en la
misma chapa presidencial?
La
verdad, esto debería ser objeto de un análisis
psiquiátrico, pero intentaré aportar algo desde lo que es mi pasión amateur,
el análisis político.
Lo
expuesto, para sólo referirnos a un aspecto puntual, señala claramente cómo la conducta
privada de una persona que asume responsabilidades o representaciones políticas
también debe ser considerada y atendida. La conducta privada de un funcionario
no siempre está exenta de tener consecuencias en el ámbito del interés público.
En este caso, resulta que la personalidad y el carácter de Fernando Lugo han
mostrado que su vida transitó por la mentira, el engaño y la incoherencia siempre
y también ahora:
·
En su vida privada (donde desconoció a los
hijos que procreó y los sometió a sufrir las consecuencias de dicha actitud
reprochable), amén de la humillación para las humildes madres de dichas
criaturas.
·
En su vida como sacerdote y obispo, donde
faltó a sus compromisos eclesiales libremente, y desde donde se valió de su
posición jerárquica para otros propósitos contrarios a la prédica cristiana (su
paternidad irresponsable es producto de ello, por ejemplo). A propósito, mucho
mal hubieran ahorrado al país la Iglesia y los obispos paraguayos si en su
momento hubieran sido transparentes con la sociedad para señalar el motivo real
de la expulsión de Lugo como obispo. Esperemos que aprendan la lección.
·
Y finalmente en su vida política, donde sin empacho
alguno faltó no sólo al juramento de gobernar “para todos los paraguayos” hecho
el 15 de agosto del 2008 (no me ocuparé ahora de los múltiples detalles y
razones), sino en la última semana, luego de dos días faltó a su palabra públicamente
comprometida de someterse al juicio político y aceptar su resultado.
Pero
aparte de esto, otra gente más puede anotarse en la lista de traicionados y estafados,
y puede dar cuenta de esta conducta política rectilínea (en la línea recta del
engaño): los del PLRA que aportaron votos y recibieron humillaciones, los
campesinos que creyeron realmente en sus promesas de reformas, los ciudadanos
que sinceramente creyeron que habría cambios y acabarían el clientelismo y el
nepotismo, y últimamente hasta sus propios aliados socialistas sorprendidos por
el nombramiento de Candia Amarilla o por sus coqueteos en la embajada de EEUU.
¿Alguien más se anota?
En
síntesis, su vida, como dice cierta canción, ha
sido siempre una mentira… y sigue
siéndola.
La
enseñanza que nos deja Lugo es para tenerla en cuenta: La próxima vez que
elijamos no sólo miremos el color, no solamente miremos el supuesto prestigio
público del candidato, no nos dejemos seducir por cantos de sirena que esconden
simientes autoritarias y megalómanas, sino miremos y escudriñemos también en la
vida privada, en las evidencias públicas de la personalidad del candidato, que
no pueden ocultarse si se miran con ojos desapasionados e inteligentes.
La
conducta privada -esta es la regla y no la excepción- es siempre reflejo de lo
que será o puede llegar peligrosamente a ser la conducta pública de la persona.
Gracias,
Lugo, por esta lección. Creo que Paraguay la tendrá muy en cuenta.
José María Costa