miércoles, 25 de agosto de 2010
Niño sin padre, prensa sin ética
Los medios se rasgaron las vestiduras… pero no desactivaron sus flashes. Los periodistas criticaron la “innecesaria exposición” del niño, pero se cebaron en los detalles del procedimiento, el nombre de la criatura, qué hizo y qué no hizo, en su rostro asustado, en el osito de peluche, en el parecido con… El reciente procedimiento para la prueba de ADN en Mburuvicha Roga fue un show del cual debiéramos estar avergonzados todos. La Nación entera, empezando de su Presidente.
Vergüenza Primera.
La raíz de todo esto no está en la prueba del ADN ni en que alguien haya usado su poder ante la Justica para que el procedimiento se hiciera en Mburuvicha Roga. La raíz no está en la exposición pública del niño, no está en la voracidad de la prensa escandalosa ni en la intención aviesa del abogado de la madre de redituar con flashes su patrocinio filantrópico.
La raíz no está en la maternidad soltera de Hortensia. La raíz está en la falta de hombría y responsabilidad de un padre que no reconoció a su hijo. Está en la cobardía de un padre que no puede pretender endilgar a la sociedad ni a la madre ni al hijo su propia CULPA de haberle negado a éste el derecho humano fundamental de la identidad y la filiación. Y parte de esa raíz, aún si el indiciado no fuera el padre, estaría todavía en él por no haber evitado este show para el cumplimiento de una orden judicial. Da vergüenza… Vergüenza ajena y presidencial.
Vergüenza segunda.
Si la integridad síquica y emocional del niño importara a la prensa, no esperarían a que la madre “proteja” al mismo para evitar ser ametrallado por las cámaras. ¿Qué esperaban? ¿Que el niño fuera encapuchado? Ah no, “la prensa tiene que hacer su tarea”, seguiremos escuchando. Y seguiremos viendo unos “manchones nebulosos”, o unas cintas negras para tapar el rostro del niño y cubrir la propia conciencia profesional. O seguiremos leyendo iniciales eufemísticas para lavar nuestro pecado de tratar de identificar ante el público el nombre del menor aludido.
La ética periodística no se salvaguarda con trucos digitales sino con responsabilidad al disparar o no el flash y al decidir publicar o no una foto que aporta nada o poco a la información. La ética periodística nos da la opción: queremos cumplir el papel de informar o queremos ser parte del show. Da vergüenza… Vergüenza corporativa.
Vergüenza Tercera.
¿Culpar a Hortensia de todo esto? Es fácil. Resulta sorprendente escuchar a “progresistas” que por un lado reclaman matrimonio homosexual y otras proclamas snobistas, y por el otro cargan sobre Hortensia el peso de la culpa “de no haberse cuidado” o de “tener ella la mitad de la culpa”.
Para el otro progenitor (supuesto, hasta ahora) hay excusas a montones; para ella, el cadalso del escarnio público. En eso, nada cambia, a pesar del “cambio”: “Es una sociedad machista y así son las cosas”; “¿Por qué reclama la paternidad ahora y no antes?” “Sólo quiere dañar la reputación del Presidente”. “Churchil era un gran estadista y su vida privada no era de lo mejor”…
Insisto: la raíz de esto es una sola. Es la irresponsabilidad en el cumplimiento de un deber legal. El derecho del niño a la identidad y a la filiación es sagrado.
Tu hijo, el mío y el de todos aquellos padres responsables y valientes no pasan por esta “innecesaria exposición” mediática. O este doloroso vía crucis legal. Lamentablemente, el dolor causado a un niño tiene un responsable. Si al niño se le ha victimizado, hay necesariamente algún victimario. Y algunos cómplices se suman a esa victimización, con sus flashes, con sus titulares paniaguados, con sus excusas justificantes, con sus defensas políticas, con sus lapidaciones verbales a la “mala madre”. Poco menos o igual de dogmáticos, irracionales o fanáticos que las turbas extremistas del Irán de Ahmadineyah y Khomeini. Da vergüenza… Vergüenza social.
José María Costa
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