No sé por qué se habla de que hubo un ausentismo tan grande en las elecciones del domingo 7 pasado. Yo creo que no hubo ausentismo. Al contrario, hubo 100 % de participación y expresión ciudadana. El voto de los ausentes también existe.
Un total de 3.031.143 ciudadanos estaban habilitados para votar en las elecciones municipales del domingo 7 pasado. Se estima que menos del 50% de esa cantidad ha concurrido a los locales de votación. El resto, sin embargo, esa otra mitad del electorado que figura en la estadística como “ausente”, sí ha votado: ha expresado su opinión, contundente, concreta, sobre muchas cosas. Y en particular, sobre la democracia que estamos viviendo.
Desencanto con los políticos.
En primer lugar, la clase política debe tratar de entender el mensaje de los millones de paraguayos que no han concurrido a las urnas. Evidentemente, el desencanto hacia los políticos (evidenciado como el sector de peor credibilidad y prestigio en cuanta encuesta se ha hecho) sigue in crescendo. Muchos creen, probablemente, que la política es una cuestión de los políticos y “allá ellos” con estos temas. Otros quizás han esperado, han confiado, han creído… y se encontraron con las frustraciones de siempre. Los baches siguen, las tragadas continúan, las prebendas siguen favoreciendo a “amigotes” y “parientes”… Mucho discurso de “cambio” para que en realidad todo siga igual.
¿Desencanto con la democracia?
No es extraño ni sorprende ya este desencanto con los políticos y la politiquería. Pero lo que aparece como un riesgo mayor y más preocupante es si esta frustración crónica se está convirtiendo en un desencanto con la misma democracia, con sus procesos de representación y participación a través del voto. Uno tiende a pensar que es en los comicios municipales donde se debe generar el mayor entusiasmo y la mejor participación electoral de la gente, porque se trata de gobiernos locales, aquellos que están “más cerca de la gente” y más a mano de sus reclamos y expectativas sobre los problemas y necesidades locales.
Pero la realidad nos muestra que la tendencia a abstenerse de ir a votar sigue creciendo. Desde 1996 a esta parte, el franco descenso en la participación en las urnas muestra una tendencia inquietante. Es una situación que debe activar una alarma en nuestro sistema democrático, pues la decepción ciudadana puede dar motivos y excusas para posturas anacrónicas, autoritarias, que estigmaticen al modelo democrático, representativo, republicano, como fase previa a la exaltación de un modelo populista donde la “participación” populachera y anárquica se convierte en bandera de líderes iluminados carentes de sustento electoral, pero lo suficientemente avivados y cínicos en sus ansias de poder.
El voto de los ausentes también existe
Los políticos deben tomar nota de esto. El prebendarismo electoral, las estructuras partidarias, las campañas y compras de votos con dinero sucio o no, el contentarse con intendencias o cargos legitimados con bajo porcentaje de participación en las urnas… todo esto sólo es abono para una corrosión lenta y sostenida del propio edificio democrático que sostiene el sistema de partidos y el carácter representativo en la República.
El domingo 7 de noviembre muchos se expresaron en las urnas. Es importante la voluntad que han expresado eligiendo nuevas autoridades. Pero tan importante como esto, es la expresión de los que se manifestaron quedándose en sus casas. Esa expresión de voluntad popular que manifestó otra cosa: el hastío y el desencanto creciente con la forma de hacer política y quizás, peor aún, con el propio ritual democrático. No ignoremos esta luz amarilla en el camino.
José María Costa
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