sábado, 23 de febrero de 2013

FRANKIE FONACIDE


Ahora todos los creadores del monstruo quieren culpar a cualquiera de los errores cometidos… de las improvisaciones ejercidas con alevosía… del mejunje legal y el berenjenal presupuestario provocado…del malparido cuerpo legal hecho con buenas intenciones pero con males retazos y peores imprevisiones… Ahora… Ahora Paraguay…



Cuando algunos alzamos las voces críticas y señalamos los errores y las consecuencias nefastas que podrían tener varios artículos del proyecto de Ley FONACIDE, ciertos referentes del proyecto, que también de algunas de las ONGs muy “interesadas” en el mismo, se escandalizaron, se rasgaron las vestiduras, blandieron sus voces y plumas (las de escribir) y acusaron a los críticos de todo… hasta de supuestamente defender intereses multinacionales… Todo ello, con la misma inexactitud, liviandad e improvisación con las que promovieron el aludido proyecto de ley. Sin ton ni son. Sin mesura ni capacidad de previsión. Sin medir las consecuencias ni prever el descalabro que podrían causar.

Hoy día, y gracias a la pusilanimidad ya enciclopédica de los políticos y especialmente legisladores cuando algunos periodistas o cierta prensa blande sus páginas en pro o en contra de algo, el monstruo vive y goza de buena salud. Frankenstein Fonacide se pasea a sus anchas, mientras los majestuosos propósitos enarbolados con su creación siguen sin poder ser cumplidos. Y peor, habiendo causado incluso que nada menos que la política educacional del país se pulverizara y las responsabilidades sobre la misma se desperdigaran al punto de que nadie sabe qué hacer, cómo hacer y mucho menos para qué hacer. Quedó un archipiélago de responsabilidades que no tiene un timón, una conducción, una línea estratégica… y menos tendrá una ejecución. En este mejunje, resultan altamente culpables algunas organizaciones “de la sociedad civil”, con angurrias mal disimuladas y pretensiones de pontífices, apoyadas en algún que otro periodista con similares méritos. Tal vanidad hubo que ni expertos ni estudiosos de la educación, con aquilatadas experiencias, fueron consultados ni atendidos en sus críticas y advertencias.

El interés inicial, y no negado sino explícitamente admitido por algunos de los promotores de Frankie, ha sido sacar al MEC su presupuesto y sus atribuciones para decidir sobre política educacional… más explícitamente, según se podía ver en el proyecto original, en cuanto a la incorporación de TICs en la educación. Como esta última intención, tan burda, debió luego ser disimulada, quedó pendiente lo otro, el problema general de la política educacional. Un Ministerio de Educación que no puede ejecutar por sí un presupuesto que incluso no le dan, ¿qué política educacional puede desarrollar?

Nuevos chivos expiatorios

Pero la cosa no paró allí, como no pudieron hacerlo con el MEC, “tiraron” el fardo hacia Municipios y Gobernaciones, obligándolos por ley a supuestamente “ejecutar” el 80% de los royalties en infraestructura y almuerzo escolar para escuelas cuyas administraciones no pertenecen ni a municipios ni a gobernaciones, sin entender que el proceso burocrático de transferencias desde Hacienda a los gobiernos locales es mucho, muchísimo más complicado que a una entidad central como el MEC. Y sin medir que los mecanismos de ejecución, con sus procesos imbricados, se multiplicarían por 200. ¿No conocían esto los autores? Si lo sabían y actuaron adrede, culpables. Si no lo sabían y propusieron lo que se plasmó en la ley, improvisados. Zapatero a tus zapatos. Hoy dicen que el problema de la no ejecución está en los municipios y gobernaciones, tratando de salvar la propia irresponsabilidad-improvisación-negligencia-ineptitud demostrada a la hora de autoproclamarse legisladores.

De buenas intenciones está empedrado el camino al infierno del Estado ineficiente. Y si los empedradores son referentes de la “sociedad civil”, algunos de los cuales lograron ubicarse luego como consejeros del FONACIDE, cómo no estarán contentos los ya de por sí ineptos políticos que con esto nos terminarán enrostrando, a la sociedad civil real, aquella que no presume ni pretende saberlo todo, las consecuencias de un monstruo legal que termina empeorando, en la práctica, la ya de por sí deteriorada situación de la educación.

Blindar fondos para la educación, o para cualquier necesidad real y urgente de la sociedad, es una buena idea. Como lo era la del Dr. Frankenstein al proyectar su criatura humanoide en la búsqueda de la supervivencia. Pero como en la novela decimonónica de Mary Shelley, la criatura legal superó a sus presuntuosos autores y causó estragos en la educación. Lección divina contra la vanidad humana. Lastimosamente, los inocentes niños y jóvenes pagan por los responsables, por los verdaderos responsables de este malparido monstruo.


José María Costa

DEBATES Y DEVOTOS...


¿Se decidirá quién será el Presidente de la República en un debate? Seguro que no, pero el debate es un espacio, una oportunidad eficaz para que un proceso electoral sea realmente abierto a la discusión de ideas, de propuestas, de opiniones, e incluso de garantías de confianza que brindan los candidatos o partidos políticos.

En definitiva, el debate, tal como entendemos hoy día en el marco democrático, hace a la esencia misma del sistema que todos adscribimos en el que el voto es una OPCIÓN, y no una ACCIÓN MECÁNICA y menos una IMPOSICIÓN.

La Real Academia Española equipara el significado de la palabra DEBATE con la de CONTROVERSIA señalando que es una “discusión de opiniones contrapuestas entre dos o más personas”. Si en una contienda electoral se presentan más de una candidatura o proyecto político se supone que será porque tienen diferencias entre sí, sea en sus puntos de vista, sus propuestas programáticas, sus agendas de prioridades o hasta en el estilo y el carácter de su actuación política. Y ni qué decir, entre los candidatos. Si no hubiera diferencias, no tendría sentido votar (que es optar). Opción supone elección entre dos o más alternativas diferentes.

Por eso, resulta incomprensible que en un sistema republicano y democrático todavía haya quienes rehúyan al debate, a la controversia, al intercambio de opiniones o propuestas. Esto es más lógico en un sistema autoritario, de autoridad única o irrefutable, para decirlo más directamente, de dictadura. El dictador, o el que pretende serlo aun usando las vías democráticas, no está interesado en debatir; le basta exponer e imponer. Y a veces ni siquiera lo primero, aunque si irá a usar el recurso democrático del voto, la exposición de sus ideas (maquilladas o no) tal vez sea un “mal necesario” que deba admitir para no mostrar de entrada sus verdaderas intenciones.

Por otro lado, mirado desde la comunicación política, si alguien todavía cabalga aupado en la excusa de que “quien lidera no necesita debatir”, sencillamente estará confirmando que antepone sus apetencias electoralistas a la verdadera necesidad que tiene el electorado, el pueblo, de conocer las propuestas, las intenciones y las seguridades –o no- que ofrecen sus candidatos. Esa excusa o bien oculta un egoísmo político latente –potencialmente maquiavélico y de inconmensurables consecuencias a futuro- o bien desnuda la incapacidad del proyecto político o del candidato para confrontar sus ideas o defenderlas públicamente recurriendo a una de las características más relevantes y específicas de la naturaleza humana: el uso de la razón y la argumentación. No digamos que no sea humano quien rehúye a la discusión racional, pero al menos quizás está dejando la evidencia de sus propias limitaciones intelectuales. Y en pleno siglo XXI, creo que nadie se merece un Presidente incapaz de razonar o argumentar.

Nuestra democracia tiene poco más de 20 años y sigue careciendo de calidad y profundidad. Ha sido y sigue siendo una democracia apenas de votos, y no de debate, de participación, de construcción social a partir del diálogo, del consenso o incluso de la confrontación racional de ideas o posiciones.

La elección sólo podrá ser tal si hay capacidad y posibilidad de opción, y si ésta se sustenta sobre un flujo libre y permanente de información. Si los candidatos son mezquinos con la democracia y con la ciudadanía, repetirán fórmulas y cantinelas proselitistas en busca del poder por el poder mismo.

Con ese tipo de actitudes, no habrá calidad democrática, no habrá participación ciudadana, no habrá nuevo rumbo para el país, ni habrá garantía real de la superación de los problemas nacionales, entre ellos la pobreza o la desigualdad social como muchos prometen combatir. Apenas habrá nuevos (o reciclados) cacicazgos, nuevas felonías políticas hiriendo al sistema democrático y nuevas excusas para un modelo perimido, autocrático, que propicia el clientelismo como sustento para llegar y mantenerse en el poder.

Al que le venga el sayo… que se lo ponga. Y si los ciudadanos se lo ponen, que no se queje.

José María Costa