
La libertad de prensa bajo fuego cruzado
Cuando el poder se ve amenazado por la libertad, es natural que pretenda cercenarla.
Cuando el Presidente de la República, en medio de arengas vociferantes y exabruptos viscerales, habla de una “ley de prensa” nadie podría esperar que esté tratando de promover o incrementar la calidad o la cantidad de la información que provee el periodismo a la sociedad. Antes bien, este discurso y su forma de expresarlo revelan el grado de confrontación que plantea desde su posición de poder político con una institución que, contaminada o no con los males que él señala, es en definitiva una parte esencial de la democracia cuya libertad debe ser preservada.
Por eso, cuando desde el poder político hay “proclamas-cachiporras” contra la prensa, hay que estar atentos. Pero cuando un candidato a Presidente se presenta como “alternativa” y se dispara con un discurso similar, la conciencia democrática debe entrar en alerta máxima.
Tufo a censura y mordazas
No se trata de adoptar posturas anacrónicas como las de ciertos empresarios periodísticos que sostienen el perimido concepto de que “la mejor ley de prensa es la que no existe”. Ni la Sociedad Interamericana de Prensa –histórica propulsora de dicha corriente- ya sostiene eso hoy día pues admite que hay legislaciones necesarias para promover y asegurar derechos como la libertad de expresión y el acceso a la información. Por algo, la propia SIP estimula a los estados latinoamericanos a adoptar normas como éstas en beneficio de esa ciudadanía que es la verdadera razón de ser del periodismo.
Sin embargo, debemos ser cautelosos. Siempre que desde el poder se habla de “abusos” de la prensa, generalmente en el escenario se huele un tufo a censura, a mordaza, a limitaciones que no se ajustan a los parámetros constitucionales.
Reconocer que tenemos un periodismo no siempre afecto a la responsabilidad ética y frecuentemente esclavo del sensacionalismo no nos debe alejar de la defensa de dos cimientos claves para la democracia: la libertad de prensa y el derecho a la información. Aún cuando desde ella se cometan errores o haya quienes actúen con displicencia o venalidad, la prensa es fundamental para la sociedad. Y es la ciudadanía, no los políticos ni las cachiporras legales que éstos quisieran emplear, la que debe ser contralora de esa gestión.
El control desde la ciudadanía
Por eso, en una sociedad democrática es recomendable que los propios medios y los periodistas fomenten los sistemas de autorregulación ética o mecanismos como el del ombudsman de los lectores. Y si no fuera así, que desde la propia ciudadanía, o desde instituciones calificadas por su misión educativa –como la universidad-, se generen iniciativas tendientes al seguimiento y el monitoreo de la función social de la prensa. Los observatorios de medios son opciones que en una sociedad democrática ayudan a mejorar la calidad de la información propalada por la prensa sin amenazar a ésta con mordazas o censuras.
En tiempos de la dictadura, las cachiporras de madera rompían cabezas de periodistas críticos y las cachiporras legales cerraban medios de prensa. Si en la democracia alguien piensa en revivir esa forma de “controlar” a la prensa, quizás está asumiendo, sin decirlo, sus íntimas convicciones autoritarias. Que la ciudadanía tome nota.
José María Costa