lunes, 24 de septiembre de 2007

¿Correrán ríos de paz?

La mitomanía oviedista en libertad condicional

Nuestro pueblo tiene una memoria flaca. No en balde, hay líderes y agrupaciones políticas que pueden “reinventarse” con nuevas promesas construidas sobre las anteriores incumplidas. Y pese a todo, hay gente que les sigue creyendo.

Hay también variables para la “desmemoria”: por ejemplo, fue antológica la defensa que hizo cierto líder republicano cuando en los primeros tiempos de la transición democrática sostuvo que apenas el último año de la dictadura fue un tiempo “malo” y el resto había sido beneficioso para el país. Claro, el último año del stronismo el personaje de marras había sido expulsado del círculo áulico del poder y eso automáticamente había cambiado su punto de vista respecto a la más larga dictadura del siglo XX. Memoria selectiva que le dicen.
Estas reflexiones sobre la anémica memoria nacional cobran vigencia cuando escuchamos o leemos en estos días ciertos discursos “pacificadores” que en boca del Dalai Lama pudieran ser creíbles, pero en ciertas carpas políticas sólo provocan sospechas fundadas. O por lo menos, debieran provocarlas… pero eso es justamente lo que parece cambiar en esta situación, como consecuencia de dicha debilitada capacidad de recordar dichos o hechos.

Entre bendiciones y “conspiraciones”

El escenario político se ha visto sacudido por la presencia –en libertad condicional- del ex general que había protagonizado la intentona golpista de 1996 y está enjuiciado en el caso de las matanzas ocurridas en el marzo paraguayo. En medio de la novedosa situación, que provocó las más variadas interpretaciones de politólogos y futurólogos locales, la prensa tuvo un protagonista “top” para entrevistas, titulares de primera plana, programas especiales y páginas enteras. El ex general inauguró su libertad con una meteórica y mediática peregrinación a Caacupé, lanzando bendiciones, llamando a la pacificación; y siguió con arengas y mensajes “conciliadores”.
Le duró poco: pronto, sometido a presión por periodistas y prensa no complacientes –que los hay-, afloró su personalidad “histórica” y se aferró a esa acostumbrada mitomanía patológica para inventar depósitos de armamentos, conspiraciones eclesiásticas y demás. Luego, parece que volvió a sus “cabales” (¿los tendrá?) y recurrió de nuevo al discurso “pacificador”, “conciliador”, que reclama “nada de odios ni rencores”…

Cantos de sirena en mares tormentosos

¿A quién creer? ¿Al Oviedo “pacificador”, “conciliador”, “concertador”? ¿O al otro cuyo recurso discursivo es la fabulación y la mitomanía para atacar a sus enemigos? ¿Al Oviedo de hoy cuya libertad condicional parece ser un “moderador natural” de su verborragia agresiva de otros años? ¿O al Oviedo megalómano de aquellas jornadas teñidas de luto y sangre a causa de sus ambiciones de poder? No en balde, en más de una entrevista pidió que “nos olvidemos del pasado” y “miremos el futuro”… ¿Cuál futuro? ¿El que se construye con los mitos y las fábulas que pretende instalar para tratar de darle visos “democráticos” a su liderazgo?

La memoria no es la cualidad más resaltante de este pueblo. Quizás por ello, no aprendemos de los errores del pasado y seguimos creyendo en cantos de sirenas autoritarios mientras nuestra frágil democracia surca mares tormentosos.
El futuro puede ser igual o peor al pasado. Si creemos que en vez de sangre correrán ríos de paz, no será por culpa de un liderazgo embustero… sino por responsabilidad de nuestra raquítica memoria social o nuestra idiotizada credulidad política.

lunes, 17 de septiembre de 2007

"Jamás venceremos"

¿Arenga profética en Coronel Oviedo?

Jamás venceremos. Lapsus linguae… ¿profético?. Tal vez, pero sind dudas, brillante resumen del análisis político más profundo que pudiera hacerse sobre la oposición en Paraguay. ¿Qué más se puede agregar al broche de oro del discurso de uno de los oradores del acto de Coronel Oviedo donde Lugo presentó su nueva “alianza patriótica”?
Pocas veces en la reciente historia política dos palabras definieron con tanta profundidad y exactitud la realidad y las perspectivas de la oposición frente a sus posibilidades de acceso al poder. Y ello no es culpa del fallido arengador, y mucho menos de quienes coinciden con el lapsus linguae al ver el escenario opositor que se mantiene con pocas variaciones sustanciales desde el inicio de la transición.
La oposición, así como está y como se maneja, “jamás vencerá”. Las brisas de cambio en actitudes o estrategias que permitieron ciertos avances frente a la aplanadora electoral colorada –léase victoria en Asunción en 1991, conquista de la Vicepresidencia, y otras- sólo fueron eso. Del otro frente, el huracán republicano pudo más que mil ventiscas opositoras insignificantes y poco sustentables ¿Por qué? La respuesta ofrece varias aristas, todas ellas no menos importantes. Tomemos apenas dos de esas explicaciones que dan sustento a aquella (¿profética?) proclamación hecha por un dirigente opositor.

El negocio opositor de la autofragmentación.

Cada vez que la oposición habla de “concertación”, “alianza”, “unidad electoral”, provoca dentro suyo el fenómeno totalmente contrario: la división. Ocurrió en 1993, en 1998 y ahora. Y seguirá ocurriendo si en dichos escenarios siguen priorizándose los afanes egoístas y mezquinos vinculados a una banquita parlamentaria o un cupito prebendario.
En los últimos 5 meses que se estuvo hablando de concertación, por ejemplo, se crearon casi tantos partidos y movimientos políticos como los que fueron inscriptos en dos décadas de transición. Y todo, porque cada uno debe “asegurarse” el espacio propio de “negociación” interna y juntar –entre familiares, parientes y amigos- un grupito de adherentes para sustentar alguna candidatura parlamentaria o similar, a fin de prenderse a las ubres estatales, hoy por hoy ya casi exhaustas con tantos lactantes presupuestarios.
Cual ameba auto divisible en el ecosistema contaminado de mezquindades inacabables, la oposición gana cada vez más en fracciones y cada vez menos en elecciones. Y la división sigue siendo el negocio de algunos.

La exacerbación del caudillismo
El modelo que se pretende proyectar desde la oposición sigue los mismos esquemas que originan y dar permanencia al sistema político cuyas evidencias de ineficiencia y corrupción no precisan ser detalladas. El verbo “cambiar” no se conjuga ni política ni gramaticalmente con actitudes o metodologías internas; antes bien, las señales egocéntricas, autoritarias y dictatoriales se producen y reproducen con llamativa facilidad en la vereda propia tanto como en la de enfrente. Por eso, principalmente por eso, poquísimas chances tendrá una oposición que se limite estratégicamente a buscar caudillos o líderes iluminados y no a programar el cambio real en base a políticas sustentables desde los pequeños o medianos espacios de poder que vaya ganando. Quienes puedan ser fieles –o efectivos- en lo poco, tendrán mayor predicamento para tener el poder de serlo en lo mucho.

Son dos aspectos, apenas, escogidos para darle sustento e interpretación a una fallida arenga proselitista. “Jamás venceremos” puede ser un lapsus linguae nomás, o quizás una fatídica profecía. Pero ello no dependerá del Partido Colorado, sino de la propia oposición.


José María Costa

lunes, 3 de septiembre de 2007

La llave del Titanic





140 mil dólares es la base de la subasta de la llave que quizás hubiera permitido que el Titanic se salvara de embestir contra un iceberg y no terminara hundido en el Atlántico norte, con la pérdida de miles de vidas humanas. Esta es la nueva historia que el consumismo romántico del siglo XXI descubrió sobre el cuasi legendario trasantlántico del siglo anterior. Un tripulante que fue descartado de la travesía y que bajó en un puerto intermedio se había llevado consigo la llave del armario de los binoculares. Y la historia se completa con la suposición de que la falta de estos esenciales equipos de navegación no permitió a los oficiales del Titanic divisar el enorme iceberg que terminó impactando en su casco y causando su naufragio.

¿Quién se robó los prismáticos del país?

En nuestra travesía nacional, alguien también parece haberse llevado la llave del armario de los binoculares. Parecemos vigías invidentes que no conseguimos divisar los icebergs que se acercan raudamente. La mezquindad política nos ciega. El miope afán enfermizo de poder nos impulsa sin prevención ni mesura hacia alta mar, desprovistos de planes o metas. El océano político se está llenando de témpanos de confrontación y fragmentación. El rumbo es dudoso y la incertidumbre es el único norte seguro.


En la clase política, del signo que fuera, cada vez es más difícil encontrar capitanes o timoneles con brújulas precisas. Los prismáticos no existen. El futuro más lejano que algunos perciben no pasa de la interna partidaria o los escarceos preelectorales del 2008. Los mapas son artículos en desuso. Nadie los consulta porque se prefiere seguir navegando a tientas, como en jangadas noctámbulas, cuando en realidad se tiene el desafío de conducir un país por mares tormentosos.


No contentos con la sensación que hay de estar yendo a la deriva de la historia, algunos prefieren seguir apostando al caos, otros prefieren agitar las aguas o pregonar el motín en un concierto de notas contrapuestas pero paradójicamente armónicas en torno a la inseguridad y la incertidumbre por el futuro.

Los témpanos que se avecinan

¿Quién se ha guardado la llave del armario de los binoculares que nos permitirían trazar un camino seguro hacia el futuro deseado? ¿Por qué no podemos ver los icebergs que se acercan velozmente y pueden acelerar el hundimiento de una nave que se agrieta peligrosamente entre la confrontación sectaria y los populismos efectistas? ¿Debemos los paraguayos creer todavía que para salvarnos debe haber un mesías con rango de capitán, tendotá, monseñor, general o lo que sea? ¿No será hora ya de extirpar de pensamientos mágicos la política y reclamar seriedad, responsabilidad, predecibilidad y transparencia a quienes quieren guiar la nave nacional?


¿Qué debemos hacer para evitar que los cantos de sirena del populismo –sean del signo que fueran- nos conduzcan irremediablemente hacia los témpanos del autoritarismo o la miseria micro y macroeconómica? ¿Qué catalejos podrán hacernos ver a distancia previsora los proyectos autoritarios que aunque se vistan de nombres libertarios dictatoriales quedan?


De preguntas y desafíos se llena la travesía. Si la respuesta fuera tan sencilla como 140 mil dólares para comprar una llave, seríamos felices. Pero no es así. Para recuperar la llave de nuestro futuro, en democracia no hay subastas ni remates. Hay elecciones. Y de nosotros depende que en ellas gane el mejor timonel y no el mejor postor.

José María Costa