martes, 27 de noviembre de 2007

Nostalgia de cachiporras


La libertad de prensa bajo fuego cruzado

Cuando el poder se ve amenazado por la libertad, es natural que pretenda cercenarla.
Cuando el Presidente de la República, en medio de arengas vociferantes y exabruptos viscerales, habla de una “ley de prensa” nadie podría esperar que esté tratando de promover o incrementar la calidad o la cantidad de la información que provee el periodismo a la sociedad. Antes bien, este discurso y su forma de expresarlo revelan el grado de confrontación que plantea desde su posición de poder político con una institución que, contaminada o no con los males que él señala, es en definitiva una parte esencial de la democracia cuya libertad debe ser preservada.
Por eso, cuando desde el poder político hay “proclamas-cachiporras” contra la prensa, hay que estar atentos. Pero cuando un candidato a Presidente se presenta como “alternativa” y se dispara con un discurso similar, la conciencia democrática debe entrar en alerta máxima.

Tufo a censura y mordazas

No se trata de adoptar posturas anacrónicas como las de ciertos empresarios periodísticos que sostienen el perimido concepto de que “la mejor ley de prensa es la que no existe”. Ni la Sociedad Interamericana de Prensa –histórica propulsora de dicha corriente- ya sostiene eso hoy día pues admite que hay legislaciones necesarias para promover y asegurar derechos como la libertad de expresión y el acceso a la información. Por algo, la propia SIP estimula a los estados latinoamericanos a adoptar normas como éstas en beneficio de esa ciudadanía que es la verdadera razón de ser del periodismo.
Sin embargo, debemos ser cautelosos. Siempre que desde el poder se habla de “abusos” de la prensa, generalmente en el escenario se huele un tufo a censura, a mordaza, a limitaciones que no se ajustan a los parámetros constitucionales.
Reconocer que tenemos un periodismo no siempre afecto a la responsabilidad ética y frecuentemente esclavo del sensacionalismo no nos debe alejar de la defensa de dos cimientos claves para la democracia: la libertad de prensa y el derecho a la información. Aún cuando desde ella se cometan errores o haya quienes actúen con displicencia o venalidad, la prensa es fundamental para la sociedad. Y es la ciudadanía, no los políticos ni las cachiporras legales que éstos quisieran emplear, la que debe ser contralora de esa gestión.

El control desde la ciudadanía

Por eso, en una sociedad democrática es recomendable que los propios medios y los periodistas fomenten los sistemas de autorregulación ética o mecanismos como el del ombudsman de los lectores. Y si no fuera así, que desde la propia ciudadanía, o desde instituciones calificadas por su misión educativa –como la universidad-, se generen iniciativas tendientes al seguimiento y el monitoreo de la función social de la prensa. Los observatorios de medios son opciones que en una sociedad democrática ayudan a mejorar la calidad de la información propalada por la prensa sin amenazar a ésta con mordazas o censuras.
En tiempos de la dictadura, las cachiporras de madera rompían cabezas de periodistas críticos y las cachiporras legales cerraban medios de prensa. Si en la democracia alguien piensa en revivir esa forma de “controlar” a la prensa, quizás está asumiendo, sin decirlo, sus íntimas convicciones autoritarias. Que la ciudadanía tome nota.

José María Costa

lunes, 19 de noviembre de 2007

Que tu remesa valga un voto


Rescatando de la muerte cívica a millones de compatriotas

Hay votos que no valen nada. Esto, mal que nos pese, es lo que nuestro sistema constitucional les dice a millones de paraguayos que viven hoy en el extranjero.

La Constitución Nacional es la ley fundamental y la expresión del poder soberano, constituyente, de una nación. ¿Será que es realmente “expresión del pueblo” la limitación que se ha puesto en ella para evitar que los compatriotas que residen en el extranjero puedan elegir a las autoridades nacionales? Dudo que alguien pueda sostener eso. Pero es evidente que, por mezquindades sectarias y un temor indisimulado a la pérdida del poder, una mayoría circunstancial de constituyentes dispuso en 1992 que esa prohibición estuviera allí, implícita pero contundente, en la ley de leyes, castigando prácticamente con la proscripción cívica y electoral a millones de compatriotas.

Sadismo constitucional
No basta con que estén viviendo ya el dolor de no estar en su terruño o de haber dejado a sus familias. No parece suficiente que se les haya obligado al exilio económico. No resulta demasiado quizás que para poder sobrevivir hayan debido humillarse como “sudacas”, “latinos” o “paraguas” en las urbes del primer mundo o de países vecinos. No parece bastante el sufrimiento de la agonía cultural y emocional que les carcome en latitudes e idiosincrasias extrañas. No parece suficiente todo eso pues, con singular sadismo constitucional, se les tortura también con el silencio cívico, con la ausencia democrática, con el exilio electoral.

Ricardo Ramón Román es uno de esos millones de compatriotas amputados en su derecho a votar. En estos días él inició en Internet una campaña en reclamo del derecho al voto para los connacionales radicados en el exterior. Incorporado como soldado en el ejército estadounidense, Ricardo es parte del contingente norteamericano que está ocupando el territorio irakí. Su participación en un injusto conflicto bélico no deslegitima su exigencia como paraguayo.

¡Qué paradoja! Desde las tropas de un ejército invasor, el llamado a un derecho esencial de la democracia que es el voto. Pero convengamos que de paradojas está lleno este mundo globalizado según el molde impuesto por los intereses hegemónicos. Aquí, en Paraguay, hay otros intereses hegemónicos –tan perniciosos como aquellos de influjo mundial- que castigan a todo un pueblo. La ambición hegemónica del coloradismo es culpable de que los paraguayos exiliados no voten en las elecciones de su propio país. A tal punto se llevó adelante esta discriminación que en 1993 un juez llegó a prohibir en el día de elecciones el ingreso de compatriotas que venían desde la Argentina.

Votar a conciencia desde la ausencia
Días atrás, coincidente con la carta de Ricardo, se instaló en Internet una campaña que se denomina “Tu remesa vale un voto” (http://turemesavaleunvoto.blogspot.com/). El objetivo es, según sus autores, “crear un espacio donde los paraguayos que residen en el extranjero puedan unir fuerzas para lograr un cambio” y “exigir el voto a conciencia a aquellos (familiares, tíos, hermanos) que reciben las remesas de los paraguayos en el extranjero”. Llamativo, ¿no? Sin duda, la amputación electoral sólo podrá revertirse totalmente con una reforma constitucional. Pero mientras ella llega, algo se puede hacer. Y los compatriotas que viven en el exterior pueden “votar” aún desde su ausencia cívica. Quizás por allí empiece una verdadera revolución que logre cambios significativos para nuestro país, que es de todos los paraguayos y no solo de los que vivimos en él.

José María Costa

martes, 13 de noviembre de 2007

¿Por qué no te callas?


El autoritarismo no admite diálogo ni debates

El autoritarismo, sea de izquierda o de derecha, tiene mil formas de manifestarse. Todas ellas contradicen esencialmente los valores que propugna el estilo democrático y pluralista de concepción de la sociedad. Con los autoritarios, por ejemplo, no se puede debatir ni dialogar.

Lo sucedido el fin de semana en la Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado es un botón de muestra de cómo la prepotencia y el autoritarismo no conciben el derecho ajeno ni admiten el respeto a los demás.

El “¿por qué no te callas?” que espetó el rey Juan Carlos de Borbón al presidente venezolano Chávez es apenas una frase, una petición, pero guarda significados muy aleccionadores en el contexto político de la región.

El reclamo del rey

“¿Por qué no te callas?” fue llamar a un jefe de Estado a que sea tal, y no ande provocando escándalos mediáticos para su vanagloria.

“¿Por qué no te callas?” es la reconvención desde una mesa de diálogo a quien no comprende sino el monólogo de sus propios delirios políticos.

“¿Por qué no te callas?” es la invitación firme y contundente a respetar el derecho de los demás, aunque haya diferencias ideológicas o políticas de por medio.

“¿Por qué no te callas?” es sinónimo de hartazgo frente a quien si bien reivindica legítimamente que fue víctima de un golpe de Estado, pretende olvidar su pasado golpista y no tiene empacho en asumir en el presente medidas antidemocráticas a caballo de sus victorias electorales.

“¿Por qué no te callas?” es apenas una enérgica petición a quien no tuvo escrúpulos para acallar la libertad de expresión cerrando un canal de televisión bajo excusas reglamentarias que nos recuerdan a otros dictadores de la región.

“¿Por qué no te callas?” se nutre de la impaciencia de los verdaderos democráticos frente a los pseudos-demócratas que no dudan en prostituir a la democracia para fundar sus regímenes totalitarios.

“¿Por qué no te callas?” es pregunta pero también respuesta. Pregunta, porque al autoritario no se le puede combatir sino en base a la legalidad so pena de contradecir la propia convicción democrática. Respuesta, porque es el indicativo de la actitud firme que hay que tener en todo momento frente a quienes quieren destruir las bases de la democracia con prepotencia.

El derecho de los demás no importa

En un debate que busca la participación y la construcción de una sociedad democrática, no pueden tener cabida el insulto o el trato irrespetuoso. Es típico del autoritario que no reconozca límites a su propio delirio y su propio antojo. Si la constitución de su país o los derechos humanos no son un límite para sus apetencias de poder, menos aún lo serán el sentido de la ubicación social o la cortesía. El autoritario cree que sólo él tiene derechos y nadie más. Ah, perdón, también tienen derechos los que piensan como él. Así funciona la “democracia” de quienes practican el mismo absolutismo de derechas que se regodean en criticar.

La Cumbre Iberoamericana, con el incidente del fin de semana, dejó visualizar las partes más pudendas del “socialismo del siglo XXI” que pregona Chávez utilizando varios de los métodos de las dictaduras latinoamericanas del siglo XX. Y también muestra la pusilanimidad de quienes, desde sus acreditaciones legítimamente democráticas, no se animan a hacer frente al mesiánico petro-socialista.

“¿Por qué no te callas?” requirió el rey. Chávez, increíblemente, se calló. Pero sólo para tomar aire y volver a las bravuconadas después. Las mismas que ya viene practicando en su país y advierte que expandirá en el continente haciendo gala de su intrínseca voluntad neoimperialista y antidemocrática.

José María Costa

martes, 6 de noviembre de 2007

Los “sin escrúpulos”

El caos como estrategia del autoritarismo

Asunción sitiada. Gente sin poder transitar. Libre tránsito constitucional hecho añicos por la extorsión política. Órganos policiales indiferentes ante el atropello legal. Protesta versus protesta. Los derechos de unos sirven de piquetes para atropellar los derechos de otros. El fin “justifica” la clausura de calles. Las calles ya no son de la policía, como profetizara aquél ministro stronista. Son de los “sintecho”, con el beneplácito de los “sinvergüenzas” que los utilizan como carne de cañon o fuerza de chantaje.

¿Por qué para reivindicar un derecho propio se debería transgredir otro ajeno? ¿Tan perversa es la manipulación de las libertades democráticas que no repara en el respeto a los demás para justificar acciones como lo ocurrido la semana pasada con el “cerco” al microcentro asunceno protagonizado por los “sintecho” liderados por uno de los operadores políticos del Gobierno? ¿Qué clase de democracia estarán pretendiendo los que enarbolan la “política del caos” como medio para alcanzar sus objetivos políticos?

Los incidentes registrados aquél mediodía en Asunción no son sino síntomas de una profunda perversión que está cruzando transversalmente nuestro escenario político. El mecanismo se manifiesta con variados matices, pero en el fondo, convengamos que lo hecho por los “sintecho” no difiere mucho de los cortes de ruta, cierres de fábricas, clausura de universidades, suspensión de clases escolares, cercos al Poder Judicial, etc. que se han convertido en medios muy frecuentes para quienes buscan el logro de sus objetivos sectoriales, más o menos legítimos, más o menos legales. En la superficie, esta vez salta la evidencia de un grupo de choque creado por el nicanorismo para “formular” sus planes de presión contra los otros poderes del Estado manejados por el voto mayoritario de la oposición. Pero en el fondo de todo esto está la tergiversación del uso de las libertades en democracia y la profunda perversión de la protesta ciudadana, cuya concepción histórica es legitimadora de procesos de cambio y no provocadora del caos como medio de lograr réditos políticos o sectarios.

El “liderazgo” basado en la capacidad extorsiva

Felipe Cabrera no es sino un líder “social” (cuesta decirlo) producto de la depravación de la política que se sustenta en el prebendarismo y la prepotencia para obtener sus fines. Su liderazgo se basa en su capacidad de extorsión. Y como él, con diferentes colores, matices o amos, existen y surgirán más “caudillos” capaces de todo, de cualquier cosa, de cerrar calles, rutas o puentes, o de peores cosas, en este inmoral juego del “todo vale” de la política criolla.

Nicanor usa a algunos. Otros utilizan a otros. Entre los “sintierra”, entre los “sintecho”, entre los estudiantes, entre los gremios obreros, campesinos o de funcionarios públicos, hay quienes están dispuestos a “todo” para conseguir “algo” o incluso para no conseguir “nada”, con tal de que el caos y el río revuelto siga generando ganancia de pescadores, de prebendarios nacionales o internacionales, de delirantes políticos o sociales, de alumnos aventajados en la escuela de la prepotencia y el autoritarismo. Los que propugnan y ejercitan los valores democráticos son cada vez menos. Actuar “dentro de la ley” –creen muchos- no genera capacidad de presión. La fuerza tiene más convicción que el derecho o la razón.

La moralización de la política debe pasar necesariamente por una revalorización de la libertad como un derecho de todos que no puede ser cercenado por nadie –así sea gobernante o gobernado- como un medio de extorsión. Los que hoy son capaces de cerrar rutas o calles del microcentro en horas pico, sin importarles los derechos de los demás, mañana serán capaces de cosas peores.

La estrategia del caos es un recurso extremo de los autoritarios, que aunque se vistan de demócratas, autócratas quedan, así estén al mando de un gobierno o al frente de una organización social.

José María Costa