lunes, 21 de enero de 2008

Inseguridad informativa


Cuando la verdad dura 24 horas… o menos

Un suboficial de Policía mató una noche a un joven en San Bernardino. A la noche siguiente era otro el que lo había matado. Los titulares de prensa han obrado esta meteórica transformación informativa.

Todos los medios, unos más que otros quizás, condenaron al entonces sospechoso saltando por encima de las reglas más básicas de la ética periodística y la normativa constitucional que impide presentar como culpable a quien no fue judicialmente condenado. Los “presuntos”, “supuestos” y otras sutilezas del lenguaje eufemístico del periodismo fueron incluso olvidados. El agente policial fue prácticamente linchado socialmente... hasta que apareció otro (¿verdadero?) sospechoso.

Meses atrás, la gran noticia que recorrió el mundo fue la de una curiyú que se tragó un día a un hombre entero, y al día siguiente, ni existíó la pobre y el hombre “tragado” apareció sano y salvo.

¿Por qué la verdad “periodística” es a menudo tan endeble? ¿Qué errores estamos cometiendo medios de comunicación y periodistas para producir información tan inestable? ¿Qué daños estamos causando a la sociedad con esta inseguridad informativa provocada por la mala praxis profesional o la falta de autorregulación ética?

La falta de contrastación de las fuentes –en el caso de la curiyú- o la falta de precaución y rigor ético en el manejo informativo –en el del crimen en San Bernardino- son pecados frecuentes de un periodismo que debería valorar más el capital de credibilidad que le concede la ciudadanía, ya descreída y desilusionada del resto de las instituciones y protagonistas de la realidad nacional.

Dilapidando el capital de confianza

Este clima de inseguridad informativa –como lo califica en un análisis mucho más amplio Ignacio Ramonet- que ayudamos a crear periodistas y medios cuando no realizamos nuestro trabajo con rigor profesional se convertirá no sólo en bumerán que golpee la credibilidad de la prensa. También corroerá aún más los cimientos de una democracia que ve desprestigiarse a su clase política y contaminarse de corrupción a sus instituciones.

Ramonet, en una entrevista, mencionaba este estado de inseguridad diciendo que el ciudadano terminará preguntándose dónde está la verdad porque cuando recibe una información de la radio, la prensa o la televisión, “no sabe si es verdadera o falsa. No sabe si dentro de un mes van a decirle: `Mire, lo que le dije hace un mes, no era cierto”… Y si fuera en nuestro caso, lo dicho el día anterior…

Estos pecados no son nuevos ni son propios de la prensa nacional. Recordemos, como detalle, el daño causado por una información propalada por la prestigiosa Newsweek sobre los soldados americanos que habrían tirado al inodoro un libro del Corán en Guantánamo. Decenas de muertos y violentas manifestaciones antinortemericanas por todo el mundo fueron la respuesta a una información que, en su siguiente edición, la revista admitió como un “error” debido a la falta de una verificación responsable.
Toda esta situación, no sólo reclama reflexión y autocrítica profunda en la prensa.

También es un llamado a una mirada más crítica de parte de la ciudadanía. Si, como dijo alguna vez Albert Camus, un país vale lo que vale su prensa, deberíamos esforzarnos para tener desde la ciudadanía observatorios críticos que contribuyan a mejorar la tarea de la prensa que es, al fin y al cabo, sostenedora de libertades esenciales del sistema democrático, como la libertad de expresión y de información.

La inseguridad que vivimos cotidianamente con delitos e impunidad es casi similar a la inseguridad informativa que se genera cuando la prensa no realiza bien su trabajo. Con ambas, la credibilidad en el sistema democrático se resquebraja y se abren terrenos fértiles para nuevas formas de autoritarismo. El pecado de omisión, en este caso, será tan grave como el de acción.

2 comentarios:

  1. La prensa que juzga y condena

    Sin pretender suplir las funciones de la Fiscalía ni de la Policía me permito referirme al reciente crimen del menor Iván Martínez ocurrido el 13 de enero en San Bernardino, y en el cual, los periodistas oficiamos la tarea de investigadores y jueces, una vez más caímos en la irresponsabilidad total al condenar públicamente a un sospechoso, que dos días después quedaría desvinculado del caso.
    Quiero recordar con los colegas los títulos y portadas de los principales medios de comunicación locales:
    “Policía mata a estudiante en San Ber” (Diario ABC color. ed. Lunes 14/01/08.
    “Un policía es detenido por el crimen de joven en San Ber”. (Ultima Hora Ed. 14/01/08)
    “Irá de baja, dice ministro” Diario ABC color. Ed. Martes 15/01/08.
    “Policía que mató en San Ber será dado de baja”. Ultima Hora Ed. 15/01/08)
    “Horror en San Ber: Policía ebrio mata a joven de 17 años (La Nación Ed. 14/01/08)
    “Pidieron justicia en el último adiós al joven ultimado por el policía ebrio” (La Nación. Ed. 15/01/08)
    Me pregunto quién puede componer el daño efectuado al agente de policía Sub Oficial José Vallejos y a todo su entorno familiar y laboral. Entiendo que la institución a la cual pertenece no goza de la mejor reputación, pero aún así me preocupa la ligereza con la que se manosea la dignidad de las personas.
    Digo ligereza por parte de las propias autoridades policiales y judiciales que están involucradas en la investigación de este hecho y de los periodistas que se olvidaron de nombrar al policía como “supuesto autor” ó “presunto homicida”, presentándolo como el “policía ebrio y asesino”.
    Es preocupante ver que los periodistas no hacemos nada por contrarrestar el desprestigio gradual al que nos exponemos con este tipo de prácticas. Considero que, una vez más, se presenta el escenario propicio para que los periodistas, a iniciativas de los propietarios de medios, se detengan a analizar la verdadera función de la prensa que no puede ser menos que informar responsablemente.
    Con el arresto de Víctor Elías Mendoza Martínez, el policía Vallejos quedó desvinculado del caso y la Fiscala Lorena Ledesma tuvo que ofrecer disculpas al afectado y su familia.
    El jefe del departamento de Homicidios de la Policía Nacional, comisario Gilberto Fleitas, refiriéndose al mismo hecho dijo que el Sub Oficial Vallejos merece una "disculpa pública”.
    Pero, ¿Y los medios que lo condenaron por adelantado cuando sólo era sospechoso?, a más de ser un gesto de grandeza, una disculpa pública y un reconocimiento de la irresponsabilidad con que se trató el tema sería un buen inicio para el saneamiento ético del gremio de periodistas.
    Este hecho es traído a colación con la intención de motivar un análisis interno del ejercicio de nuestra profesión y de esta forma evitar eventuales hechos de descrédito.
    Comparto con ustedes el octavo punto de la Declaración en defensa de la Libertad de expresión emitida recientemente en Nicaragua:
    …“Es imperativo concertar un acuerdo de autorregulación ética entre los medios para restablecer su credibilidad. Su mejor defensa ante los acosos del poder consiste en una prensa creíble y responsable ante los ciudadanos.
    En consecuencia, exhortamos a la ciudadanía a ejercer una vigilancia crítica sobre los medios, para institucionalizar una cultura de debate y rendición de cuentas”(…)

    Rosana Patiño

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  2. Que tal Pepe, un gran comentario que no debería terminar solo como tal, sino tener efecto sobre aquellos que ejercen la tarea informativa.
    Sabemos que en todos los medios existe una cadena informativa. Desde el periodista que sale a buscar la información hasta el que corrige y el que autoriza la publicación del material.
    Acá debemos analizar en dónde se cometió este grave atentado a la ética periodística.
    Fue acaso el periodista que redactó la información, el Jefe de Sección que la revisó o tal vez el Jefe de Redacción o Secretario. En el caso de los tres últimos niveles la carga de culpabilidad es aún mayor, pues para llegar a tal lugar debieron haber logrado una larga e impecable trayector, es lo que supongo, y muchos son hasta profesores de periodismo.
    Entonces, por qué violaron un precepto tan importante como la presunción de la inocencia consagrada en nuestra constitución?.
    Solo un juez, tras un juicio oral y público o abreviado puede decir, es o no culpable.
    Esta, y muchas otras veces, la prensa cruzó la línea y como lo decís en tu comentario, está cambiando ese techo blindado por uno de vidrio.

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