martes, 8 de septiembre de 2009

Salud en primer lugar

Cómo hacer el cambio, sin vacilaciones ni fanfarrias.

Las encuestas coincidieron en ubicarla como la mejor ministra, y a su administración como una de las mejores evaluadas en el primer año de gobierno. No es poca cosa en este país de francotiradores por doquier, donde se practica el antiguo deporte del tiro a la cabeza de aquél que ose levantarla por encima de la superficie cómoda de la mediocridad y del “vaí vaínte”.

Tampoco este destaque es para alquilar balcones, pues que una funcionaria pública o una secretaría de Estado cumpla con sus funciones y se esmere en ellas debería ser moneda común y no un “avis raris”. Sin embargo, tales monedas no son nada comunes en las pauperizadas arcas de la eficiencia de la administración pública, por lo cual, es digno siempre de valorar una gestión que sobresale.

Es bueno evaluar algunos de los aspectos que convirtieron al Ministerio de Salud y a la ministra del ramo en los mejores valorados en la percepción de la gente.

Empecemos por la implementación de medidas inéditas y de relevancia histórica para la población: la adopción de la gratuidad en la atención sanitaria en hospitales públicos, medida reforzada luego con la gratuidad en la provisión de medicamentos y la realización de estudios y análisis laboratoriales. Sin dudas, una contribución enorme para poner la atención primaria de salud en el lugar que corresponde a un país que todavía muestra evidencias de déficits sanitarios compatibles con lo más atrasado del tercer mundo. No fue, como otras medidas poco felices de este gobierno, una actitud populista –más que nada porque fue real y hasta se logró que el aparato financiero del Estado se adecue a ello-. Se implementó de una vez y para todos, sin privilegiados ni contramarchas. Sin decretos y des-decretos. Sin vacilaciones ni ambigüedades.

Seguidamente, un programa de vacunaciones que refuerza los planes de gobiernos anteriores (algo poco común en un país en el que cada ministro pretende descubrir la pólvora) y los relanza con mayor profundidad y amplitud. Luego vendría una gestión, quizás bastante criticable en materia comunicacional pero eficiente en materia estrictamente médica, en torno a la pandemia de la gripe A H1 N1. Y finalmente, un programa de inversiones y gestión de cooperación que empieza a dar sus frutos con proyectos de hospitales que ayudarán a descentralizar la respuesta a la concentradísima demanda de atención primaria de salud.

Otro factor clave parece haber sido el grado de profesionalismo con el que se manejó dicha administración, evitando incurrir en protagonismos o escarceos políticos. También se evitó el populismo de convocatorias masivas al personal de blanco para buscar “apoyos políticos” y no se cayó –al menos eso aparenta desde afuera- en el sectarismo que en otras secretarías fue incesante. Y aún en medio de la crítica situación de una pandemia inesperada, no hubo quien enarbolara excusas como “culparle a la gripe A” o a los “61 años de desgobierno”; al contrario, aún con vientos en contra, se planificó, se trabajó con seriedad y se avanzó. Y se logró una gestión que, repito, ha merecido el reconocimiento coincidente en las encuestas ciudadanas.

No todo es color de rosa. Los datos estadísticos todavía deben ser revertidos en materia de salud pública, sobre todo en temas como mortalidad infantil e incidencia de enfermedades respiratorias, así como en la atención de epidemias “modernas”, como los accidentes de tránsito. También hay irregularidades denunciadas en procesos licitatorios y la atención en la salud pública todavía presenta serios reparos quizás por la cultura de desprecio al contribuyente que palpita en gran parte en el funcionariado público.

Pero de que se ha avanzado, y de que ha habido cambios notorios, nadie lo puede negar. Hay mucho por hacer, sin dudas. Entonces, cómo no tener esperanza con una gestión así.

José María Costa

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