lunes, 10 de marzo de 2008

Cambio de chapa


Cuando el voto no vale nada

Insistentes rumores. Aburridas explicaciones legales. Ríos de tinta de prensa e inundaciones de minutos radiales. Maratón de reuniones y contra-reuniones. Festival de declaraciones a favor, en contra y de columna del medio. Todo para analizar si se va a cambiar o no la chapa presidencial de la ANR.

Asumo plenamente que al encarar este tema estoy cometiendo el pecado que estoy denunciando, pero veo necesario abordarlo para apuntar algunas cuestiones que me parecen relevantes para mantener un nivel adecuado de razonamiento y prevención en materia de cultura democrática. Las apuntaré porque me preocupa no haber escuchado nada sobre ellas en este mar de discusiones y rumores. Y las apuntaré aunque la miopía ideológica de algunos pudiera interpretar que ésta es una posición a favor de una candidatura en particular. O aunque la propia candidatura que está en “remojo” (según los autocomplacientes rumores) tenga un manto de cuestionamientos sobre su legitimidad electoral.

Vamos por partes:

Propiciar alegre y superficialmente el cambio de una “chapa presidencial” subvierte la esencia democrática. ¿Alguien ha pensado en substituir acaso con el mecanismo de la “negociación” (o la extorsión) lo que es la base de la democracia, el voto de los ciudadanos? Creo que nadie debiera tener ni sentirse tan “poderoso” como para reclamar, promover, permitir, ofrecer o provocar el cambio de una “chapa presidencial” elegida en comicios libres. Los recursos legales para combatir supuestas irregularidades en las votaciones están disponibles y no se puede, so pretexto de reivindicar la legalidad y legitimidad para una candidatura, pretender otra candidatura “a dedo”, basado en el simple y fáctico argumento de la extorsión política.

“Cambiar de chapa” no debe ser visto nunca como un recurso “normal” dentro del sistema electoral. Si la ley prevé mecanismos para ello, es para situaciones extremas. De lo contrario, los electores no estaríamos nunca seguros de la sostenibilidad de nuestros votos. Aunque fuesen mayoría. Imagínense el daño que esta “inseguridad electoral” causaría para una democracia ya de por sí desprestigiada y decadente en materia de derechos sociales y económicos. Ni la libertad de elegir ya estaría en manos de la gente común, sino en la de dirigentes “iluminados”, dirigentes “extorsionadores”, dirigentes “autosuficientes”.

La democracia no se construye con “dedocracia”. No está bien que en una democracia todavía insegura, apenas sostenible y sedienta de participación ciudadana se privilegien “soluciones” que justamente revocan, soslayan o minimizan la voluntad popular. No se trata de Blanca Ovelar, de Castiglioni, de Zacarías Irún o de Duarte Frutos. Ni siquiera de Lugo, Franco. Mateo, Oviedo o Fadul (que también tuvieron sus escarceos y enojos mutuos por este tipo de cosas). Se trata del voto de la gente, que es la semilla esencial para hacer sustentable la democracia. Claro, si queremos democracia con participación y no “democracia” simplemente con “negociación” de los caudillos.

José María Costa

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