martes, 16 de diciembre de 2008

Tips para un cambio real de la Justicia


Derogar la feria y las tasas judiciales no precisa de grandes acuerdos.

Si no se puede reunir más que a unos cuantos parlamentarios (algunos incluso de dudosa legitimidad de origen) o a los sempiternos representantes de partidos familiares. Si no se logra movilizar ni entusiasmo, ni presión, ni acuerdos políticos para hacer el pomposo “cambio” de seis por media docena. Si ante la historia algunos pueden quedar como menos eficaces que el mismísimo “pacto de gobernabilidad” de Wasmosy y Laíno (y esto ya es mucho), o si no lograran “pulverizar” más que esperanzas sin conseguir votos para siquiera reconfirmar al ordenanza de un juzgado de paz. Si se pudiera invertir más tiempo en pensar con inteligencia, que decibeles en improperios para acusar de boicot a los otros por usar las mismas tácticas opositoras que antes usaron los unos. En fin, si realmente se quisiera el cambio de la Justicia a favor de la gente, hay muuuuuuuuuchas cosas que podrían hacerse sin necesidad de fracasadas reuniones en Mburuvicha roga.

Cambiar ministros es el “sueño del pibe” de cualquier político. Y ni qué decir de un Presidente de la República. Que lo diga Nicanor que se fumó en pipa a los “inocentes” opositores que le dieron los votos hace cinco años para pulverizar la Corte haciendo añicos la Constitución con una interpretación antojadiza y absolutista que niega de raíz la independencia del Poder Judicial y la división de Poderes en el Estado. Tratar de enjuagar el pecado del 2003 con nuevas aberraciones políticas y jurídicas es el mejor modo de seguir destruyendo la República y la Constitución. Pero, convengamos que el propósito de “reformar” la Justicia –así en forma genérica y amplia- es plenamente legítimo, aunque no todos los caminos lo son.

Por eso, si realmente se quiere el “cambio” en el servicio y la administración de Justicia, un cambio que repercuta en el bienestar de la gente, que haga más accesible dicha Justicia a la ciudadanía, hay caminos más rápidos y menos complicados. Sin discutir la legitimidad o necesidad de cambiar ministros o no, cito apenas dos tips que, si realmente quieren el cambio, están a la vuelta de la esquina:

1. Derogar la feria judicial. Todos, absolutamente todos, coinciden que esta Justicia tiene niveles de morosidad exasperantes y, sin embargo, por arte de anacrónicas disposiciones, sigue teniendo una “feria” de todo un mes en el año, durante la cual prácticamente no se resuelve nada. No vale que haya ministros o jueces que “quedan de turno en la feria”. No sirve de nada. Nadie toma decisiones de fondo ni que signifiquen impulsos procesales relevantes. Es un mes muerto. Muerto para las necesidades de justicia de la gente. Con más de 6.000 magistrados y funcionarios, el Poder Judicial podría adoptar alguna medida “moderna” y emplear un calendario de vacaciones alternadas. Cambiar el sistema depende solamente de la Corte, pues puede hacerlo por Acordada. Pero si no hubiera interés ni voluntad ni inteligencia para comprender que este cambio de timón es necesario, los políticos sólo precisan hacer una ley para derogar la feria o modificar este sistema arcaico de promoción estructural de la haraganería y la morosidad judicial. No se necesitan ni reuniones en Mburuvicha roga ni grandes pactos para ello. Y fíjense que millones de ciudadanos serán beneficiados por ¡un mes más de trabajo judicial en el año.

2. Reducir o eliminar las tasas judiciales. Cuando a un ministro de la época stronista se le ocurrió que podrían “ganar” algo más, apareció el sistema de “tasas judiciales” que tornó a nuestra Justicia, además de lenta e ineficaz en general, también cara. Las tasas sólo sirven para incrementar el colesterol de zoquetes en un Poder Judicial que tiene 1 funcionario por cada mil habitantes y no muestra eficacia institucional. La “Defensa Pública” es una aspirina que no es siquiera placebo para el cáncer de una Justicia que discrimina a los pobres desde su esencia institucional. Los ricos pueden acceder a abogados caros. Disponer de abogados del Estado para los pobres no basta. Como la salud y la educación, este servicio básico del Estado debería ser gratuito en sus trámites y procedimientos. Lo contrario, que se cobren tasas, me atrevo a decirlo, es hasta INCONSTITUCIONAL.

Para reformar la Justicia o hacerla más accesible a la gente no se requieren tantos acuerdos pomposos. Con algo de inteligencia y verdadera voluntad, se podrán hacer cambios originales, reales y provechosos. Ahora, si se quiere repetir lo del 2003, esta vez sin Nicanor, adelante… pueden seguir perdiendo tiempo y dinero que pagamos los contribuyentes.

José María Costa

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