martes, 6 de octubre de 2009

Estado colesterolémico



¿Tiempos de cambio con presupuesto de siempre?

Colesterol alto y triglicéridos por las nubes. Exceso de grasa y falta de dinamismo, escasez de movimiento y enlentecimiento funcional incrementado,. Y por si fuera poco, nada de dieta a la vista. El diagnóstico pertenece al Estado que se sigue proyectando en la era de los cambios. Los cambios que siguen abundando en los discursos y siendo retaceados en las acciones, en los números, en los resultados.

El Proyecto de Presupuesto Nacional para el 2010 contiene los estudios pormenorizados que ayudan a llegar a un diagnóstico así. Coinciden en esta visión, tirios y troyanos, legisladores oficialistas y opositores, medios complacientes y radicalizados, ministros “favorecidos” y “recortados”… Se trata, en suma, de un presupuesto ni siquiera posible, porque de hecho tiene de entrada nomás ya un saldo rojo monumental, sino de un presupuesto cada vez más deteriorado y pervertido por las incongruencias en cuanto a las necesidades de un desarrollo real y equilibrado para el país.

Es el Estado que tenemos y de cual nos cuesta desprendernos debido a nuestra cultura y nuestra tradición política. En la diagnosis del paquidérmico e hipercolesterolémico paciente, las fuentes de grasas provienen de un prebendarismo practicado con unción casi religiosa por cuantas agrupaciones políticas y sociales existen o surgen por el camino; se originan en la clásica visión de un Estado empleador y monopólico; se perpetúan en la práctica clientelar que se reinventa día a día; y se sistematizan en las planillas de gastos corrientes de un Estado duplicador (por decir lo menos) de funciones supuestas y estructuras superpuestas.

Los propios legisladores de la Comisión Bicameral de Presupuesto nos hablan de que hay al menos 10 organismos o dependencias ocupadas en el bienestar de los indígenas, y ellos siguen tal cual y peor cada vez. Agreguemos las múltiples dependencias dedicadas a “los derechos humanos” o a la atención de sectores vulnerables, que siguen derrochando vulnerabilidad, o miremos cómo hay un Viceministerio de Educación y Cultura con funciones que se superponen a una Secretaría de Cultura, y viceministros que tienen atribuciones coincidentes por aquí y por allá. De la tierra y los créditos se ocupan varias instituciones, y los resultados son cada vez menos alentadores. Y ahora hay caridad y asistencia social por cuanta secretaría, viceministerio o despacho de la Primera Hermana que se antoje. Como la caridad y el asistencialismo no bastan para justificar gastos, la Secretaría de Acción Social, aparte de entregar subsidios directos sin ningún tipo de relevamiento ni control, ahora también va a tercerizar dinero público para ONGs de cualquier laya que contratarán a constructoras para hacer viviendas sin licitación alguna. Parecido y renovado sistema por el que se condenó a administraciones anteriores del CONAVI, que es la entidad que supuestamente debe ocuparse del tema en el Estado. Según la vicepresidenta de la Comisión Bicameral, nuestra educación, a juzgar por los números, debería ser mejor que la del primer mundo, pues tenemos una media de 14 alumnos por docente y un incremento anual del presupuesto del sector como el más pintado sistema educativo lo quisiera. El problema, en cierto sentido, ya no es la cantidad sino la calidad del gasto. Aunque la distribución global de los rubros siga demostrando las inconsistencias y perversiones que el presupuesto arrastra desde hace décadas.

En fin, gastos duplicados, superpoblación de funcionarios, superposición de funciones y estructuras (reales éstas, muchas veces irreales aquéllas), distribución irracional, asignaciones sin considerar metas ni resultados, y una larga lista de necesidades que siguen posponiéndose. Tal es la situación del paciente colapsado de grasas prebendarías que se prepara para seguir deglutiendo más de lo mismo por un año más. El cambio real no tiene cabida en los números. Al parecer, seguirá, como siempre, en las meras palabras.

José María Costa

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