martes, 6 de octubre de 2009

Transparencia teeté




















El Consejo de Ministros debe ser un órgano republicano

El Vicepresidente de la República dejó escapar –una vez más- sus quejas y reclamos. Y entre ellas incluyó, esta vez, que “sería bueno que la ciudadanía pudiera enterarse de lo que se habla, se discute y se decide en las reuniones del Consejo de Ministros”. Menuda autocrítica al gobierno aliancista. El gobierno de la transparencia y el cambio, acusado casi elípticamente de no hacer ni lo uno ni lo otro.

Y razón no falta. ¿Por qué las reuniones del Consejo de Ministros, un órgano instituido por la Constitución Nacional, deberían ser reservadas y cerradas y no abiertas al público y al escrutinio de la gente? Estamos, según la Carta Magna, en una República que adopta para su forma de gobierno “la democracia representativa, participativa y pluralista” (Art. 1) y en el cual se establece el derecho de las personas a recibir “información veraz, responsable y ecuánime” y se estipula taxativamente que “las fuentes públicas de información son libres para todos” (Art. 28).

En ningún párrafo, en línea alguna del Art. 243 de la CN, que instituye el Consejo de Ministros y sus funciones, se habla de que sus reuniones serán secretas o a puertas cerradas. Y tratándose, como dijimos, que ésta es una República, debe interpretarse que prima el principio de publicidad y divulgación de los actos y reuniones de órganos del Estado. De lo contrario, estaríamos en un régimen no republicano.
Vale decir, el gobierno del cambio y la transparencia, ha tenido un año para cambiar una costumbre que data de los oscuros vicios del stronismo y ha sobrepasado las fronteras de la transición sin que nadie lo haya hecho notar, hasta que el vicepresidente lo dejó ver casi sin darle mucha importancia. El pueblo, la “democracia participativa” de la que tanto se cacarea, no necesita un vocero que en lenguaje diplomático y seductor revele apenas lo que el Presidente y los ministros del cónclave secreto dispusieron dar a conocer.

De la misma forma, no basta que al pueblo se le diga –como acostumbran algunos- “vengan y pregunten lo que quieran”, sino teniendo el poder y los recursos del Estado, y el deber consecuente de informar, es preciso hacer todo para que no sólo haya publicidad de los actos de gobierno (esto es, que los actos sean abiertos y transparentes) sino divulgación (esto es, que las acciones e informaciones relevantes para la gente sean difundidos por canales adecuados). Muchas veces, en cuestiones de transparencia, la burocracia o la indiferencia de los demócratas son tan sustentadoras del secretismo en el Estado, como lo son las acciones de los autócratas oscurantistas.

Que esto no se confunda con marketing político ni se use de pretexto para la propaganda oficialista o ideológica, la que hoy día aún queda en evidencia apenas se escarban ciertas comunicaciones de gobierno que replican criticables rémoras de sus antecesores.

Para hacer el cambio, para hacer la transparencia hay miles de caminos, algunos complicados y otros más sencillos. Uno de éstos sería convertir al Consejo de Ministros en un órgano verdaderamente republicano, como debe ser, con reuniones enteramente transparentes y accesibles para el conocimiento ciudadano. ¿O es que allí hay algo que se quiere ocultar?

José María Costa

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