miércoles, 28 de octubre de 2009

Oportunismo y oportunidad


El debate responsable y serio que no debe ser apagado

Oportunismo es, como lo dice la Real Academia Española en su diccionario, la “actitud que consiste en aprovechar al máximo las circunstancias para obtener el mayor beneficio posible, sin tener en cuenta principios ni convicciones”. El oportunista se aprovecha de la ocasión para buscar réditos vinculados a intereses sectoriales o egoístas, sin importarle las consecuencias de dicha renta circunstancial.

El objetivo, la intencionalidad, distingue al oportunista de aquél que, en mérito de la ocasión o la oportunidad, plantea una cuestión, un debate, una reflexión, una discusión en torno a temas de interés común.

No es desatinado hablar de la seguridad del país en medio de un hecho de secuestro. ¿De qué hablaríamos entonces? ¿Del sexo de los ángeles?

En estos días, la sociedad se encuentra impactada por un hecho delictivo de proporciones y de suma gravedad. No es un delito contra una persona o su integridad, nada más. Es un atentado contra el Estado de Derecho, contra la sociedad misma. Éste es el verdadero “golpe de Estado” gestado por una gavilla de delincuentes altamente entrenados y con inocultables intenciones políticas.

No está bien que se aproveche la circunstancia para buscar ventajas politiqueras. O para reavivar tirrias personales y buscar arrinconar al enemigo político. Desde izquierda y derecha, desde el oficialismo y la oposición se han escuchado y visto actitudes oportunistas en estos días. Tanto la incontinencia verborrágica en la reaparición pública de Duarte Frutos como la ahora “oportuna” convocatoria de Lugo a la reunión de poderes, delatan un oportunismo insensible y carente de principios. En el primer caso, no se precisan más argumentos que la propia realidad. En el segundo, nadie puede obviar que apenas semanas atrás al Ejecutivo le importaba un bledo reunirse con sus pares de los otros poderes y mucho menos enfocar “temas de interés nacional”, habida cuenta su respuesta inconsistente e ideologizada a la propuesta de agenda política hecha por el titular del Congreso. Evidentemente, ahora necesita un balón de oxígeno ante el ahogo y la intoxicación producidos por la torpeza de sus principales “socios” (en el tema de las tierras de Teixeira) y por el hecho del secuestro que sensibiliza a la población.

Pero, por todo esto, si bien hay que desechar el oportunismo, no hay que rehuir la responsabilidad ni apagar el debate sobre temas que son de vigencia y preocupación. Lamentablemente es costumbre paraguaya que, ni bien pasa el efecto instantáneo de la preocupación, mandemos los temas importantes al olvido. La reflexión que no debe parar y debe fortalecerse debe abordar temas relevantes, como la seguridad ciudadana, la necesidad de una defensa férrea y permanente del Estado de Derecho, de la soberanía del poder público que es expresión de la soberanía que reside en el pueblo, de la presencia del Estado para revocar las “zonas liberadas”, de la necesidad de hacer vigente la ley y el Estado por encima de las ambiciones o ideologías del entorno nuevo que repite viejos apetitos y criticados vicios ajenos como propios.

Las autoridades, los políticos, la ciudadanía, todos debemos actuar con responsabilidad y mesura ante el plagio que hoy impacta a la sociedad. Pero el secuestro de Fidel Zavala no debe apagar el debate. Al contrario, debe hacerlo más responsable, vigoroso y profundo. Incluso para aquellos graves temas que, evidentemente, algunos tratan de ocultar bajo la alfombra gentilmente ofrecida por el autodenominado EPP.

José María Costa

martes, 6 de octubre de 2009

Transparencia teeté




















El Consejo de Ministros debe ser un órgano republicano

El Vicepresidente de la República dejó escapar –una vez más- sus quejas y reclamos. Y entre ellas incluyó, esta vez, que “sería bueno que la ciudadanía pudiera enterarse de lo que se habla, se discute y se decide en las reuniones del Consejo de Ministros”. Menuda autocrítica al gobierno aliancista. El gobierno de la transparencia y el cambio, acusado casi elípticamente de no hacer ni lo uno ni lo otro.

Y razón no falta. ¿Por qué las reuniones del Consejo de Ministros, un órgano instituido por la Constitución Nacional, deberían ser reservadas y cerradas y no abiertas al público y al escrutinio de la gente? Estamos, según la Carta Magna, en una República que adopta para su forma de gobierno “la democracia representativa, participativa y pluralista” (Art. 1) y en el cual se establece el derecho de las personas a recibir “información veraz, responsable y ecuánime” y se estipula taxativamente que “las fuentes públicas de información son libres para todos” (Art. 28).

En ningún párrafo, en línea alguna del Art. 243 de la CN, que instituye el Consejo de Ministros y sus funciones, se habla de que sus reuniones serán secretas o a puertas cerradas. Y tratándose, como dijimos, que ésta es una República, debe interpretarse que prima el principio de publicidad y divulgación de los actos y reuniones de órganos del Estado. De lo contrario, estaríamos en un régimen no republicano.
Vale decir, el gobierno del cambio y la transparencia, ha tenido un año para cambiar una costumbre que data de los oscuros vicios del stronismo y ha sobrepasado las fronteras de la transición sin que nadie lo haya hecho notar, hasta que el vicepresidente lo dejó ver casi sin darle mucha importancia. El pueblo, la “democracia participativa” de la que tanto se cacarea, no necesita un vocero que en lenguaje diplomático y seductor revele apenas lo que el Presidente y los ministros del cónclave secreto dispusieron dar a conocer.

De la misma forma, no basta que al pueblo se le diga –como acostumbran algunos- “vengan y pregunten lo que quieran”, sino teniendo el poder y los recursos del Estado, y el deber consecuente de informar, es preciso hacer todo para que no sólo haya publicidad de los actos de gobierno (esto es, que los actos sean abiertos y transparentes) sino divulgación (esto es, que las acciones e informaciones relevantes para la gente sean difundidos por canales adecuados). Muchas veces, en cuestiones de transparencia, la burocracia o la indiferencia de los demócratas son tan sustentadoras del secretismo en el Estado, como lo son las acciones de los autócratas oscurantistas.

Que esto no se confunda con marketing político ni se use de pretexto para la propaganda oficialista o ideológica, la que hoy día aún queda en evidencia apenas se escarban ciertas comunicaciones de gobierno que replican criticables rémoras de sus antecesores.

Para hacer el cambio, para hacer la transparencia hay miles de caminos, algunos complicados y otros más sencillos. Uno de éstos sería convertir al Consejo de Ministros en un órgano verdaderamente republicano, como debe ser, con reuniones enteramente transparentes y accesibles para el conocimiento ciudadano. ¿O es que allí hay algo que se quiere ocultar?

José María Costa

Estado colesterolémico



¿Tiempos de cambio con presupuesto de siempre?

Colesterol alto y triglicéridos por las nubes. Exceso de grasa y falta de dinamismo, escasez de movimiento y enlentecimiento funcional incrementado,. Y por si fuera poco, nada de dieta a la vista. El diagnóstico pertenece al Estado que se sigue proyectando en la era de los cambios. Los cambios que siguen abundando en los discursos y siendo retaceados en las acciones, en los números, en los resultados.

El Proyecto de Presupuesto Nacional para el 2010 contiene los estudios pormenorizados que ayudan a llegar a un diagnóstico así. Coinciden en esta visión, tirios y troyanos, legisladores oficialistas y opositores, medios complacientes y radicalizados, ministros “favorecidos” y “recortados”… Se trata, en suma, de un presupuesto ni siquiera posible, porque de hecho tiene de entrada nomás ya un saldo rojo monumental, sino de un presupuesto cada vez más deteriorado y pervertido por las incongruencias en cuanto a las necesidades de un desarrollo real y equilibrado para el país.

Es el Estado que tenemos y de cual nos cuesta desprendernos debido a nuestra cultura y nuestra tradición política. En la diagnosis del paquidérmico e hipercolesterolémico paciente, las fuentes de grasas provienen de un prebendarismo practicado con unción casi religiosa por cuantas agrupaciones políticas y sociales existen o surgen por el camino; se originan en la clásica visión de un Estado empleador y monopólico; se perpetúan en la práctica clientelar que se reinventa día a día; y se sistematizan en las planillas de gastos corrientes de un Estado duplicador (por decir lo menos) de funciones supuestas y estructuras superpuestas.

Los propios legisladores de la Comisión Bicameral de Presupuesto nos hablan de que hay al menos 10 organismos o dependencias ocupadas en el bienestar de los indígenas, y ellos siguen tal cual y peor cada vez. Agreguemos las múltiples dependencias dedicadas a “los derechos humanos” o a la atención de sectores vulnerables, que siguen derrochando vulnerabilidad, o miremos cómo hay un Viceministerio de Educación y Cultura con funciones que se superponen a una Secretaría de Cultura, y viceministros que tienen atribuciones coincidentes por aquí y por allá. De la tierra y los créditos se ocupan varias instituciones, y los resultados son cada vez menos alentadores. Y ahora hay caridad y asistencia social por cuanta secretaría, viceministerio o despacho de la Primera Hermana que se antoje. Como la caridad y el asistencialismo no bastan para justificar gastos, la Secretaría de Acción Social, aparte de entregar subsidios directos sin ningún tipo de relevamiento ni control, ahora también va a tercerizar dinero público para ONGs de cualquier laya que contratarán a constructoras para hacer viviendas sin licitación alguna. Parecido y renovado sistema por el que se condenó a administraciones anteriores del CONAVI, que es la entidad que supuestamente debe ocuparse del tema en el Estado. Según la vicepresidenta de la Comisión Bicameral, nuestra educación, a juzgar por los números, debería ser mejor que la del primer mundo, pues tenemos una media de 14 alumnos por docente y un incremento anual del presupuesto del sector como el más pintado sistema educativo lo quisiera. El problema, en cierto sentido, ya no es la cantidad sino la calidad del gasto. Aunque la distribución global de los rubros siga demostrando las inconsistencias y perversiones que el presupuesto arrastra desde hace décadas.

En fin, gastos duplicados, superpoblación de funcionarios, superposición de funciones y estructuras (reales éstas, muchas veces irreales aquéllas), distribución irracional, asignaciones sin considerar metas ni resultados, y una larga lista de necesidades que siguen posponiéndose. Tal es la situación del paciente colapsado de grasas prebendarías que se prepara para seguir deglutiendo más de lo mismo por un año más. El cambio real no tiene cabida en los números. Al parecer, seguirá, como siempre, en las meras palabras.

José María Costa