sábado, 19 de abril de 2008

El voto pecaminoso.


Ejercer la ciudadanía con libertad y conciencia

Nadie. Ni el Papa ni el obispo –en ejercicio, dispensado, retirado o rebelde- ni el párroco, ni el monaguillo, ni el presidente de Seccional, ni el de Comité, ni el operador barrial ni el puntero alquilado, ni el “camarada”, ni el comisario, ni el presidente de comisión vecinal, ni el asesor espiritual, ni el dirigente laico, ni el pastor, ni la monja. Nadie tiene derecho a decirnos por quién o quiénes votar. Y nadie, ninguno de esos ni otros más, tiene derecho a decirnos que votar de esta forma es ético y de aquella otra es antiético. La única ética del voto es la del voto en conciencia: votar por lo que uno cree y quiere.

Parecería una perogrullada decir todo esto. Pero en un país en el que 3 de cada 5 electores concurre a votar “arreado” por los dirigentes “de base”; o en el que la compra-venta del voto es la principal fuente de ingreso en los días previos al acto electoral, es bueno recordarlo y reafirmarlo.

Desde todos los sectores se han escuchado en esta campaña proselitista las proclamas maniqueas y escatológicas: “Votar por fulano es votar por el caos”; “El que vota por mengano es un inmoral”; “Si sos un ciudadano con ética, no votes por perengano”; “Tu voto sólo será patriótico si votás por zutano”.

Ninguna campaña se ha salvado de caer en la tentación de desacreditar al adversario con recursos rastreros. Nadie ha centrado su campaña en sus propuestas o fortalezas solamente. Nadie ha dejado de utilizar tácticas arteras, efectistas o rimbombantes para tratar de ganar lo que no pudieron obtener con sus propias potencialidades.

En este escenario electoral, por todo eso, es conveniente que la ciudadanía sea reafirmada en el voto en conciencia, en el voto libre y soberano. El voto que responde a nadie y nada más que a la propia convicción y sentimiento. El voto que nace del corazón y la razón, y si es posible, más de ésta que de la otra. El voto que garantiza la Constitución Nacional y reafirman las declaraciones de derechos humanos.

Votar es expresarse. No votar también es una forma de expresarse. Y por ello tampoco puede ser pecado ni una falta ciudadana si un Estado realmente respeta la libertad de opción de sus ciudadanos. Votar por alguien es una opción. El voto en blanco es otra. Y lo es también la abstención, si creemos en la verdadera libertad de la persona.

Voto útil o inútil. Eficaz o desperdiciado. Son adjetivos interesados y sesgados. Los que se creen con derecho de calificar al voto ajeno, deberían mirar la viga de inutilidades o desperdicios que cargan en sus historias personales o sectoriales. El único voto útil es el que lo hace la persona porque cree en lo que vota. Esto es suficiente para que sea un ciudadano libre y patriota.

Lo que no puede ser admitido, ni como católico, cristiano, evangélico, judío, mormón, ateo o agnóstico, es el voto inconsciente, el voto vendido, el voto prebendario, el voto clientelar, el voto presionado, el voto esclavo, el voto de bolsillo, el voto “a cambio de”.

Votar por uno u otro no es pecado. Votar por quien uno no cree o no quiere sí puede ser pecado de lesa ciudadanía. Más allá de sotanas o charreteras, guardapolvos o polleras.

Ojalá todos los paraguayos comprendamos esto y ejerzamos nuestra ciudadanía con libertad, con conciencia, sin ataduras ni presiones. Entonces, sin necesidad de esperar los escrutinios, tendremos el próximo domingo el verdadero mejor resultado de las elecciones.

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