martes, 15 de julio de 2008

Manual del perfecto sectario

Decálogo vigente pero no tan consciente

La semana pasada el ambiente político se llenó de tensiones y exabruptos acusaciones y recusaciones, plantones y berrinches, renuncias con razones y renuncias con pretextos. Como una contribución a la sistematización de las patrióticas estrategias y tácticas abordadas en este momento de cambio, aportamos este Decálogo que resume algunas de las normas básicas para el ejercicio del sectarismo y el totalitarismo con absoluto profesionalismo. Esto, para que dejemos de tener políticos que abordan estos clásicos estilos de nuestra política de manera improvisada y sin bases científicas… Alguna vez tenemos que organizarnos y volvernos serios…

Decálogo para un mejor ejercicio del sectarismo y totalitarismo.

1. Yo tengo la verdad sobre todo lo debatido y debatible en nuestra sociedad. Quien opine lo contrario es un troglodita que se cree dueño de la verdad. Los demás sólo tienen “opiniones” y “puntos de vista”.

2. El presidente Lugo tiene la lapicera y todo el derecho de designar a quien quiere y crea capaz para un cargo, siempre que sea alguien a quien nuestro grupito apoye. Cuando decimos que vamos a apoyar la decisión del Presidente en la nominación de cargos en su gabinete, nos referimos a que vamos a apoyarlo mientras sea gente de nuestra línea ideológica o nuestro grupito.

3. La meritocracia es buena mientras el elegido sea de mi partido o grupo. Si es del otro partido o grupo, no se llama meritocracia; se llama cuoteo.

4. Nuestro partido “sugiere” nombres para el gabinete; los demás grupos “presionan indebidamente” y “extorsionan” al Presidente o “atentan contra su derecho constitucional” de designar ministros.

5. La banca pertenece al partido, cuando nuestro partido corre el riesgo de perderla legalmente. Si soy yo el que debe cambiar de partido, la banca pertenece a la persona electa.

6. Cuando alguien no termina o no asume el cargo para el cual fue elegido, si es de otro partido, es un traidor al mandato popular; si es nuestro amigo o correligionario, es alguien que “encara con inteligencia y renunciamientos los cambios necesarios para el logro de los intereses nacionales”.

7. La Constitución y las leyes son claras cuando yo las interpreto, y como yo las interpreto. Se llenan de ambigüedades y lagunas cuando mi adversario quiere “manipularlas con intereses mezquinos”.

8. Nosotros somos los dueños del cambio. Los demás que no coinciden con nosotros, sólo quieren el continuismo. Nuestro grupo o partido es progresista y popular… Todos los demás son reaccionarios, tradicionales o antipopulares. Cuando mi grupo o partido quiere o reclama algo, es porque el pueblo “que votó el cambio” así lo quiere. Y nadie puede discutirlo porque será “un reaccionario, un antidemocrático”.

9. La justicia debe ser independiente mientras no lo sea de mi partido. Cuando depende de mi grupo o partido, es siempre y para siempre institucional y ecuánime. Armar una Corte Suprema “a medida” de los partidos es negativo para la democracia y la independencia judicial, salvo que sea mi partido o mi grupo el que tenga su propio ministro en la Corte.

10. Si hubiera duda o contradicciones en una o varias de estas normas, como regla de interpretación se aplica única y directamente el primer artículo de este Decálogo. Aplicar otro mecanismo sería perjudicial para la democracia.

Observación final: Al que le viene el sayo, que se lo ponga. Es decir, que se lo ponga otro. Si Ud. se lo pone, discúlpeme, le falta mucho para ser un verdadero profesional del sectarismo político. Dedíquese a otra cosa.

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