viernes, 26 de junio de 2009

El diálogo posible

La única condición: quererlo y buscarlo.

Hay dos elementos que precisa el Gobierno de Lugo para evitar que siga desmoronándose la credibilidad y la esperanza de la gente: claridad de rumbos y eficiencia. Lo primero es condición para lo segundo. Y, mal que le duela a quienes no quieren ver la realidad, también es la carencia más importante de este gobierno. Y como consecuencia, pocas posibilidades tendrá el gobierno de alcanzar lo segundo –la eficiencia- en esas circunstancias. Pero además, precisa también de dos cualidades esenciales: madurez e inteligencia. Madurez, para contrarrestar y neutralizar la improvisación y la disparatología de algunos actores políticos aliancistas; e inteligencia para lograr los acuerdos y consensos que precisa para destrabar la minoría que el resultado de las urnas le dejó en la conformación del tablero político nacional, específicamente en el Congreso.

En la fecha, el Presidente Lugo tiene previsto dar un gesto que puede ser muy importante y concreto: concurrir al Congreso para abordar con senadores y diputados un tema de interés central como es la aprobación del crédito del Banco Mundial de US$ 100 millones. Más allá de las críticas que el inexistente o supuesto “plan anticrisis” pueda generar, o si tal préstamo alcanzará para las necesidades actuales, el gesto político es importante, pues habla de lo que debe ser el ejercicio del poder en democracia: una constante de consultas, diálogos e interacciones entre los Poderes del Estado, a la vista de los intereses nacionales. Sin embargo, debe señalarse que el gesto debe guardar congruencia y ser consecuente con las acciones posteriores. Que no se traduzca esto, luego, en un nuevo festival de disparates y proposiciones antojadizas por parte de políticos oficialistas que, autorizados o no por el propio Lugo, no han hecho hasta ahora más que enturbiar las posibilidades de una gobernabilidad tranquila y eficaz en el escenario político.

Algo de ello había sucedido con la pretendida “consulta popular” disparada en medio de excéntricas interpretaciones legales. Es cierto que la Constitución señala que "La República del Paraguay adopta para su gobierno la democracia representativa, participativa y pluralista”, pero nadie puede pretender que cualquiera de esas características sean contradictorias ni exclusivas. Son congruentes y complementarias, y se rigen no por el antojo de un aprendiz de Richelieu sin estola ni escapulario, sino por las instituciones y figuras contenidas en la propia Constitución Nacional, regladas y expresadas a través del derecho positivo paraguayo. Por ello, riñe con los fundamentos doctrinarios y constitucionales quien, al hablar de que “lo participativo” es la esencia de la democracia, pretende asimilar esto al griterío de una turba prebendariamente organizada o a las marchas de los batallones de choque alineados según la antigua y colorada costumbre de los zoquetes y las canonjías para líderes y seguidores (en esto sí parece que los 61 años siguen muy vigentes). De hecho, muchos de los líderes sociales “alquilados” por gobiernos colorados son hoy los que actúan a través de las estratégicas telarañas del poder que algunos pretenden ir urdiendo en busca de bases políticas hasta ahora inexistentes o raquíticas.

Pero, volviendo a lo anterior, el gesto de Lugo con su visita al Congreso debe ser el mejor pretexto para encarar, si realmente se quiere pensar en el país y en el futuro nacional, un verdadero diálogo inter-poderes. En este objetivo, como ya lo señalara Daniel Codas, presidente interino del PPQ, es menester que los actores concurran y se acerquen sin condicionamientos, sino más bien poniéndose a sí mismos condiciones para privilegiar los intereses nacionales.

El diálogo y los consensos no son imposible en política, ni siquiera en la visceral política paraguaya plagada de odios, prejuicios y mezquindades a granel. Claro, la condición es que se quiera el diálogo y se actúe en consecuencia; y no que se diga una cosa y se actúe de otra forma.

José María Costa

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