martes, 8 de septiembre de 2009

Democracia de maquillaje


Un día en la vida de una señora ultrajada

Doña Democracia despertó y se miró en el espejo. La máscara de aguacate y elecciones cada 5 años todavía le cubría gran parte del rostro. Ahora debía quitársela para verificar que la lozanía de su piel estaba aún a pedir de boca. De boca de ganso de cuanto político hubiera pavoneándose de sus “logros” a esas horas en las principales radios. Ah, por supuesto, en las radios que todavía no habían sido cerradas bajo el democrático y stronista pretexto de las licencias no renovadas.

Era un día maravilloso. Sol pleno y clima agradable, pero los ventarrones políticos de la democracia participativa amenazaban con… más humedad ideológica en el ambiente. El clima se tornaría pesado. “No queremos democracia meramente representativa”, escucharía una vez más decir a algunos que en las últimas elecciones obtuvieron los votos de su madre, dos hermanos y un vecino… y no consiguieron la banquita preciada en parlamento o concejalía alguna. “Basta de democracia burguesa”, espetarían otros desde sus camionetas todoterreno con combustible pagado por el Estado.

Se puso el delineador y el rímel. El rubor lo dejó para después, esperando tal vez que algún diputado o alguna diputada se lo prestase, ya que casi nunca lo tenían en el rostro. En los periódicos del día se leían las noticias de la prensa independiente, independientemente de las evidencias cotidianas de sus inclinaciones socio-político-económico-culturales. Algunas críticas por aquí, otras investigaciones más o menos rigurosas por allá, y un camino largo que baja y se pierde en la espesura de la responsabilidad mediática, no siempre espesa ni siempre responsable. A través de Internet, Doña Democracia se enteró de las últimas ocurrencias del último de sus violadores consuetudinarios: el mismo que cerró medios de comunicación –radios y canales de televisión- en nombre de ella misma. ¡Cuánto maquillaje más tendría que seguir echándose por esas latitudes para no convertirse en una palabra insulsa… sobre todo por la pusilanimidad de Insulza! ¡No bastaría el container de máscaras faciales, cremas antiage y rouge para cubrir tanto desparpajo! ¿Si las honduras de un golpe centroamericano causaban indignación, cómo es que ciertas “democracias caribeñas” pudieran merecer aplausos?, se preguntaba, casi ingenua.

Pero de espanto ya estaba curada. Ya se acostumbró a escuchar discursos antiimperialistas en boca de quienes cubren con sus silencios ideológicos las tropelías de deudas espurias en Petropar, afanes expansionistas bolivarianos y tácticas pseudo no alineadas que son impúdicamente favorables a intereses neoimperialistas. Pero eso no es todo, si mirara al otro extremo encontraría también arrogancia y contradicciones similares. Desde representantes del pueblo que ni se acuerdan del mismo, hasta promesas electorales que siguen empedrando el camino al infierno de la decepción y la desesperanza ciudadanas. Desde burdas imitaciones de la pulverización de la Justicia hasta prebendarismo político con nuevos colores pero a costa del mismo bolsillo de Juan Pueblo. “Sentís el cambio”, le ametrallan y no entiende cómo esto no puede ser propaganda. “Hagamos de la crisis una oportunidad”, le convencen mientras los oportunistas siguen profundizando la crisis… ajena, por supuesto.

Vendrán tiempos mejores, sin duda. Doña Democracia ya no usará maquillajes ni le podrán ultrajar impúdicamente ni adosar apellidos como “burguesa” o “popular”, ni podrán pervertir su esencia usando su nombre para autoritarismos o dictaduras del siglo XXI. Ocurrirá algún día. Mientras, ella seguirá esperando que la gente abra bien los ojos y mejor los oídos para descubrir las mentiras discursivas que siguen poblando la escena política. Las mismas que pervirtieron muchos de los valores democráticos por décadas y hoy se renuevan con nuevos maquillajes y consignas, en una y otra esquina del cuadrilátero político. La gente no es tonta. Con afiches o sin ellos, sabe quiénes son responsables de esto, por acción, por omisión o por tentación de su nueva condición.

José María Costa

1 comentario:

  1. El día que salga la sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, condenando a ese país caribeño por violar la libertad de expresion, podríamos decir Pepe que tu artículo se refiere a Surinam, Belice o Guyana. Pero hasta dónde sé, Paraguay sí fue condenado por violar la libertad de expresión... y no sobran titulares internacionales sobre la "dictadura en Paraguay" y eso que tenemos un periodista refugiado en Francia y otros tantos refugiados políticos, que antes se llamaban exiliados. ¿Podemos mirarnos al espejo y descubrir nuestro maquillaje?

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