domingo, 25 de marzo de 2012

Prensa puta

- “Nuestro deber es informar”.

- “El rating es el que manda”.

- “Mostramos esto porque la gente quiere ver esto”.

- “Mi jefe me va a echar si no traigo así la información”.

- “¿Por qué los demás medios no dejan de cubrir o transmitir también? Si lo hacen, nosotros dejaremos de meternos allí”

Excusas. Nada más. Excusas para convertir a la información en una mera mercancía, y a la prensa en una prostituta que se vende al mejor postor, al rating.

El caso del asalto y toma de rehenes en Nueva Germania nos mostró de nuevo el rostro impúdico y perverso de una prensa distorsionada, carente de principios éticos y hasta el tuétano prostituida, encima, enarbolando falsas premisas (más bien excusas) sobre la labor informativa. Convengamos que no se trata de toda la prensa ni todos los periodistas, pero asumimos también que sigue habiendo medios y comunicadores carentes de principios o dispuestos a negociarlos al mejor precio.

La función del periodista y de la prensa en la sociedad es informar. Pero esta tarea no tiene un valor absoluto. Hay momentos en que la sociedad ha decidido anteponer otros valores, al menos coyunturalmente. Por ejemplo, en el caso de un hecho delictivo, en el transcurso de una investigación judicial, y ni qué decir en el evento de una toma de rehenes, se ha decidido como sociedad que debe privilegiarse la seguridad y la vida de las personas y restringir, al menos parcial o temporalmente, el derecho humano básico de acceder a información. Es así que en una toma de rehenes, el perímetro de seguridad impuesto no lo es solo para las personas comunes, sino también para los periodistas. Y esto es legal y legítimo, aquí y en cualquier lugar donde los valores no estén trastrocados.

Contactar con los delincuentes en el transcurso de una situación de plagio o toma de rehenes puede entorpecer las negociaciones que estén en curso en beneficio de las personas retenidas. Si aún sabiendo esto, un periodista o un medio arremete con el micrófono y la cámara para “obtener la primicia” pervierte no sólo la función periodística sino hiere la confianza de la sociedad. Y si lo hace porque privilegia el rating por encima de todo, demuestra sencillamente su escala de valores: la que pone el beneficio económico personal o empresarial por encima de los principios profesionales o de los derechos ajenos.

Esto es, lisa y llanamente, prostituirse. Y prostituir la profesión.

José María Costa

(Publicado en "Blogueo, luego existo" - ABC Digital - 23/03/2012)

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