miércoles, 4 de marzo de 2009

El plan anticrisis debe empezar por casa

Un gesto vale más que mil intenciones anunciadas.

Finalmente, el Presidente Lugo se reunirá con los dirigentes de sectores políticos y líderes de bancadas legislativas con el propósito de buscar un apoyo para la adopción de medidas dentro del paquete que pomposamente el gobierno ha denominado “plan anticrisis”. Muchas opiniones ha generado dicho plan. Desde quienes sostienen que no puede llamarse tal a un conjunto de medidas que de todos modos el gobierno debería encarar haya o no crisis, hasta quienes por poco propusieron el power point elaborado por Hacienda a los premios Oscar 2009 (no sabemos si en el rubro de ciencia ficción o qué).

Hay miradas críticas y posturas razonables, así como también posiciones extremistas y hasta ideologizadas en demasía. En realidad, cuesta entender cómo un plan anticrisis, había sido, existía nomás luego en la agenda gubernamental y recién ahora se lo ha presentado en sociedad. Esta es la primera vez que, de repente y en medio del reclamo generalizado de sectores sociales y económicos, nos vienen con que “este plan ya viene implementándose desde el año pasado y ésta es su cuarta etapa” y que parte de ello era, entre otros componentes, el mismísimo proyecto de Presupuesto Nacional elevado al Congreso. Vaya, vaya. Así que resultó ser parte del “plan” ese presupuesto que finalmente no ha mejorado sino empeorado la posibilidad de que el Estado elimine sus grasas clientelares (haciéndose la “lipoaspiración” que a menudo anuncia en su lenguaje médico el vicepresidente Franco). No es muy halagüeña esa noticia, pero en fin. Peor aún resulta que, como parte del plan anticrisis, la principal preocupación es lograr un empréstito internacional de 300 millones de dólares… ¡para pagar el déficit fiscal! O sea, no sólo no achicamos el Estado, sino que vamos a endeudarnos más (más allá de la coronilla) para hacer que siga engordando! Y esto, si sumamos la desaceleración de la economía y la reducción de los ingresos aduaneros, suena ni más ni menos al suicidio financiero.

No dudo de las buenas intenciones del gobierno de Lugo, ni de la capacidad del equipo económico para buscar alternativas razonables en una coyuntura que desafía a toda la sociedad para adoptar medidas realmente extraordinarias. Pero, discúlpenme, creo que a este plan le falta un componente muy esencial que nadie lo ha señalado ni por asomo desde el gobierno, y es el del ahorro y el propio ejemplo en materia de racionalidad en los gastos.

Coincidimos en que el Estado debe invertir incluso en obras públicas y hasta si se quiere endeudarse para posibilitar la generación de empleo genuino (no solo simplemente ocasional), pero comprometernos financieramente sólo para dar sustento a la grasa estatal es lo mismo que se ha venido haciendo por décadas. En EEUU, el presidente Obama anunció que el ahorro y la reducción del gasto estatal no primordial será una de las medidas que buscará para enfrentar el billón de dólares de déficit que prevé su presupuesto. Por casa no se escuchan anuncios de este tipo. Y bien vendría que sea el propio Estado el que dé el ejemplo iniciando la tarea de separar lo que es gasto superfluo de lo que es urgente o fundamental. Si el gobierno quiere apoyo para su plan anticrisis, sobre todo de la ciudadanía, debería pensar más en los 6 millones de habitantes y dejar de priorizar la maquinaria prebendaria que apenas alimenta a una parte minoritaria de clientes políticos. Debería hacer que el dinero público en tiempo de crisis sea para generar empleo y ayude a impulsar el desarrollo, cambiando el modelo tradicional de un gasto estatal apenas para sustentar clientelas políticas.

La caridad empieza por casa. Parece un contrasentido, pero lo que queremos apuntar es que la racionalidad en el gasto estatal debería ser el ejemplo con el cual se presente la real voluntad gubernamental para enfrentar la crisis. Este gesto valdrá más que mil power points o anuncios mediáticos.

José María Costa

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