martes, 7 de abril de 2009

Del subsidio al suicidio social


Semillas de populismo, cosechas de subdesarrollo

Un gobierno que se rinde a la extorsión y el chantaje, es un gobierno que frustra las esperanzas de la gente por vivir en la legalidad y reivindicar el trabajo honesto como un valor. Un gobierno que se rinde al amiguismo y el sectarismo, no hace sino repetir la letanía que durante décadas ha entronizado a la obsecuencia y el prebendarismo en el manejo de la cosa pública.

Con la intervención que ha tenido hasta ahora en esta cuestión del sésamo y los reclamos de las huestes dirigidas por Elvio Benítez y Paková Ledesma, el Gobierno está demostrando que sencillamente no piensa cambiar el statu quo heredado de los colorados. Cambian los privilegiados o los “amigos”, pero no cambia el sistema que ha permitido que imperen el bandidaje y la desfachatez política. El subsidio en el sésamo puede ser legítimo y un deber de solidaridad en cuanto sí contribuya a paliar necesidades de la gente, pero en cuanto se convierte –como todo parece indicarlo- en pretexto para abrir conductos de ayuda económica a grupos envalentonados y chantajistas, encima “correligionarios”, pierde cualquier atisbo de legitimidad.

En esta historia del sésamo hay muchos ingredientes de populismo y oportunismo político. Pero además, el gobierno está demostrando una creciente vocación neo-autoritaria. Es autoritario y antidemocrático tratar de imponer mecanismos poco participativos y consultivos con tal de desviar 8 millones de dólares hacia “manos amigas” en un subsidio que destruirá un negocio floreciente como el de la comercialización y exportación del sésamo y promoverá sin dudas algunas la reivindicación de la holgazanería con título de dirigencia campesina. Mientras el chantaje de Elvio Benítez y sus acólitos logra imponer sus condiciones, el resto del país asiste impotente al triunfo de la fuerza bruta por sobre la razón, al imperio de procedimientos extorsivos por encima de la fuerza legal que se ha dado al Estado para defender la vigencia de la Constitución.

Como bien lo dijera cierto otro gobernador –colega del que reivindica los cortes de ruta y el cercenamiento de la Constitución con tal de lograr sus objetivos sectarios- parece que la única manera de obtener los reclamos –justos o no, agregaría yo- es cerrando carreteras y extorsionando al Gobierno. ¿Es éste el modelo “de cambio” que nos tenía reservada la Alianza Patriótica? ¿O se trata de una impúdica caída de máscaras pseudodemocráticas?

El subsidio puede ser bueno en una sociedad con tantas necesidades. Un Estado responsable no puede esconderse ni evitar intervenir cuando se hace necesario. Pero si lo hace desordenadamente, si lo hace movido por intereses sectarios o presionado por el chantaje al cual su debilidad no puede enfrentar, estamos ante un problema serio. El subsidio, así, se convierte en populismo –o pusilanimidad- que hiere las condiciones básicas para una convivencia social con seguridad, con certeza, con predecibilidad. Se convierte en una antesala al suicidio como sociedad, pues ésta termina mutilada en sus convicciones, herida de muerte en los valores del esfuerzo y el trabajo como generadores del desarrollo.

Lo que ocurre con el sésamo nos evidencia lo que puede ocurrir con toda la sociedad si el populismo y la irresponsabilidad campean en el Gobierno. Para muestra, en este caso, basta una semillita, pequeña pero significativa.

José María Costa

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