martes, 7 de julio de 2009

Escrache gua’i


Luz amarilla que debe ser atendida

Casi pasaron desapercibidos para la gran prensa. Sin embargo, allí estuvieron. Las pocas líneas o los escasos minutos que obtuvieron mediáticamente hablaron de que eran unos 50 campesinos que le gritaron “Lugo, dejate de joder, la lucha campesina no se va a detener”. Ocurrió el 26 de junio pasado en Villarrica, durante el día de gobierno del Presidente de la República en el Departamento del Guairá.

Es bueno reflexionar sobre esto que sería el primer escrache público recibido “presencialmente” por Lugo a menos de un año de su mandato constitucional. Se da, para que contextualicemos, en medio de una serie de demandas insatisfechas de la Federación Nacional Campesina que han provocado en los últimos 15 días movilizaciones y hasta cortes intermitentes de rutas en al menos 10 puntos del país. Ayer, desde Caaguazú llegaban informaciones de una violenta represión policial con saldo de heridos y detenidos. A este escenario se suma la persistencia de grupos indígenas descontentos con la pésima estrategia “indigenista” del gobierno, que trasuntó por varias opciones –a cual más populista e ineficaz- en apenas meses de gestión.

Se trata de los “más pobres de los pobres” que, lamentablemente para ellos, no han tenido la feliz idea de contar con un Evelio Benítez o un Paková Ledesma para tener, desde paseudo reivindicaciones sociales, la complacencia –y los dólares- del gobierno. Se trata de quienes, embanderados en sus genuinas luchas están escrachando la ineptitud e ineficacia del gobierno para atender sus reclamos.
No olvidemos señalar que los métodos de protesta escogidos no siempre son respetuosos de los derechos de terceros, y por ello mismo cuestionables. Pero cuando los manifestantes “no alineados” al luguismo recurren a dichos cuestionados métodos, los mecanismos de represión y “ordenamiento” de manifestaciones funcionan a las mil maravillas. Vale un botón: los requisitos de la “ley del marchódromo” fueron aplicados a rajatabla cuando los “sintechos” marcharon en Asunción; pero 10 días después, cuando Elvio Benítez y un “sin techo” afín al gobierno organizaron su propia manifestación desde el Palacio Judicial al Palacio de López, la “ley” fue flexibilizada totalmente. Y hasta fueron recibidos en el Palacio de López.

Deterioro de la confianza

Ahora bien, volviendo al escrache inicial, lo que debería llamar la atención es que puede ser ésta una tendencia in crescendo, habida cuenta los elementos subjetivos y objetivos que señalan un deterioro de la confianza y expectativa en el gobierno. Dejemos los elementos subjetivos para la reflexión de cada quien; pero los objetivos señalados por el descenso de la consideración positiva hacia el gobierno del 93% (agosto del 2008) al 54 % (junio del 2009) deberían causar inquietud en el entorno presidencial al menos. Más todavía después del reconocimiento público del propio Lugo quien admitió que se lo podía tratar de “lento e ineficaz”, aunque no de corrupto.

La eficacia y la celeridad en la atención de los reclamos y las necesidades ciudadanas son requerimiento esenciales del momento. Si el pueblo, para seguir el hilo conductor autojustificante de algunos políticos oficialistas, debió aguantar 60 años de ineptitud, ¿por qué razón debería seguir hipotecando su paciencia a cambio de nada o muy poco? Por algo, siguiendo las mismas encuestas dadas a conocer hace 15 días, la opinión “negativa” sobre el gobierno de Lugo ha subido vertiginosamente, en contracara de la positiva, pasando de un 2,4 % (15 de agosto del 2008) a un 40,5 % (15 de junio del 2009).

“El Gobierno no es insensible a los reclamos del pueblo, no cierra el oído para escuchar el llanto de la gente”, decía Lugo al referirse a sus escrachadores guaireños. Escuchar, sin embargo, no es suficiente. El escrache guaireño pudo haber tenido pocos manifestantes. Pero es una luz amarilla en el camino –hasta ahora, a confesión de parte- lento e ineficaz del gobierno. Lugo debe prestar atención para revertir esta situación. Quien no ve las señales amarillas, termina estrellándose contra la realidad y el destino trazado por su propia desatención o imprudencia.

José María Costa

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