martes, 28 de julio de 2009

Los huesos perdidos


El pasado que debe comprometer el presente

No se trata de haber hallado el hueso perdido de la teoría francista, porque la relevancia del hallazgo es mucho mayor e histórica. El descubrimiento de los restos óseos en la “huerta” del predio de la Agrupación Especializada marca un hito sin dudas trascendental en la recuperación de la memoria histórica referente a los largos años de represión, muerte y oscurantismo enseñoreados por el stronismo.

Ahí están, los desaparecidos… con toda su historia de denuncia y sus gritos acusando a quienes “vivían felices” mientras cientos de compatriotas y extranjeros eran perseguidos, torturados o asesinados por el sólo hecho de defender la libertad o expresar su opinión disidente a los dictados del sistema. Se los encontró; se los está encontrando. Vuelven con sus huesos frágiles pero sus ideas libertarias todavía fuertes para querellar a sus asesinos y a quienes fueron cómplices de esa barbarie stronista.

Es justo reconocer la paciente labor e investigación que cupo a dos reconocidos luchadores de la democracia, Antonio Palazón y Augusto Ríos Tonina, en este emprendimiento que –quienes los conocemos- ha sido alentado durante décadas por un incansable e irrenunciable compromiso con la justicia y la verdad histórica. También es digno de señalar que el oportuno y comprometido apoyo de las autoridades actuales, especialmente del ministro del Interior Rafael Filizzola, según lo revelan los propios protagonistas del descubrimiento, fue fundamental para llegar a este hallazgo. En otros tiempos ha sido infructuosa la búsqueda porque tal vez ha faltado el apoyo o incluso se han desviado las pistas adrede para evitar este encontronazo con la realidad de un pasado de crueldad e ignominia.

El hallazgo de los restos humanos en la Agrupación Especializada no es el inicio, pero quizás es un punto de inflexión fundamental en la ciclópea tarea de recuperación de la verdad histórica y de construcción de la justicia. La justicia es esencial para la paz. Veinte años de transición democrática no son nada si no han servido para restaurar el sentido de justicia para los que cayeron en la búsqueda, casi utópica, de la democracia y la libertad. Muchos no han vivido para ver los albores del nuevo tiempo sin dictadura; otros aunque vivieron o siguen viviendo, no han podido evitar el sabor amargo de una democracia que camina rengueando por sus múltiples deudas con la esperanza y las ilusiones de la gente.

Por esto, y por la memoria de cientos y miles de ciudadanos que no pudieron vivir el tiempo democrático o cayeron abatidos por la crueldad stronista, es un deber histórico que así como han sido hallados restos que restauran la memoria y se yerguen desafiantes contra los asesinos y torturadores, así también nuestros actores políticos asuman el compromiso de hallar los caminos para convertir este tiempo político en la verdadera conquista que aquellos demócratas anhelaron.

Que, tal como acabaron los cementerios clandestinos, acaben también los cementerios de promesas electorales incumplidas, los mausoleos de programas de gobiernos olvidados, los panteones donde son enterrados cotidianamente las esperanzas e ilusiones ciudadanas de tener una vida en comunidad con seguridad, con justicia social, con desarrollo, con trabajo y con dignidad.

¿Será mucho pedir, al menos en memoria de aquellos que por sus ideales fueron torturados, muertos y desaparecidos?

José María Costa

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